Eduardo Halfon: “El escritor Osvaldo Soriano está injustamente olvidado”

Lleva cerca de 20 libros publicados, y con el último, Tarántula (Libros del Asteroide), ha obtenido el pasado abril el Premio de la Crítica, galardón que se suma al premio Medicis a la mejor novela extranjera. Eduardo Halfon (Ciudad de Guatemala, 1971), una de las voces más singulares e interesantes de su generación, regresa a la violencia de los años ochenta en el país centroamericano donde nació, a través de dos hermanos exiliados en Estados Unidos, cuyos padres les envían a un campamento en la selva para niños judíos. Una experiencia que el narrador de esta historia solo acabará de entender ya de adulto en Europa. El autor de Monasterio sintoniza de nuevo y afina una potente variación sobre los temas que recorren su obra.

¿Qué libro le convirtió en escritor? No fue un libro, sino demasiados libros. Yo nunca había sido lector. Tenía casi treinta años y me sentía perdido, desubicado, con una sensación de estarme ahogando, cuando de pronto caí en la literatura por accidente y me convertí en un lector compulsivo. La escritura llegaría unos años después, como consecuencia de demasiada lectura.

¿Y cuál ha recomendado más veces? La leyenda del Santo Bebedor, de Joseph Roth.

¿Qué libro siente que explica mejor el judaísmo? Reflexiones sobre la cuestión judía, de Jean-Paul Sartre.

¿Qué libro no ha podido terminar? Ulises, de James Joyce.

¿Cuál ha sido el último libro que le ha gustado? Montedidio, de Erri De Luca.

¿Qué autor/a está injustamente olvidado? Osvaldo Soriano.

¿Qué libros tiene en la mesita de noche? Ruth, de Adriana Riva, Una historia sencilla, de Leila Guerriero, Los árboles caídos también son el bosque, de Alejandra Kamiya. Es una mesita de noche de un hotel en Buenos Aires, claro.

¿Qué película ha visto más veces? El padrino.

Si tuviese que usar una canción o una pieza musical como autorretrato, ¿cuál sería? I Wish I Knew How It Would Feel To Be Free, de Nina Simone, pero la versión en vivo del Festival de Jazz de Montreux de 1976.

¿En qué museo se quedaría a vivir? Museo d’Orsay, en París. Una vez, por cuestiones del azar, fui invitado a visitarlo un lunes, el día de la semana que éste se cierra al público. Solo estábamos las obras y yo y unos cuantos señores trapeando los salones y pasillos, y me pasé toda la tarde imaginando que así sería vivir ahí.

¿Qué suceso histórico admira más? El levantamiento del gueto de Varsovia.

¿Qué encargo no aceptaría jamás? Escribir algo que me obligue a subirme en un barco. Me mareo hasta en la tina.

¿Qué está socialmente sobrevalorado? Saludar con dos besos. Uno basta.

De no ser escritor le habría gustado ser… Pianista o paramédico, pero no tengo ni la paciencia para uno, ni el estómago para el otro.

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 Lleva cerca de 20 libros publicados, y con el último, Tarántula (Libros del Asteroide), ha obtenido el pasado abril el Premio de la Crítica, galardón que se suma al premio Medicis a la mejor novela extranjera. Eduardo Halfon (Ciudad de Guatemala, 1971), una de las voces más singulares e interesantes de su generación, regresa a la violencia de los años ochenta en el país centroamericano donde nació, a través de dos hermanos exiliados en Estados Unidos, cuyos padres les envían a un campamento en la selva para niños judíos. Una experiencia que el narrador de esta historia solo acabará de entender ya de adulto en Europa. El autor de Monasterio sintoniza de nuevo y afina una potente variación sobre los temas que recorren su obra. ¿Qué libro le convirtió en escritor? No fue un libro, sino demasiados libros. Yo nunca había sido lector. Tenía casi treinta años y me sentía perdido, desubicado, con una sensación de estarme ahogando, cuando de pronto caí en la literatura por accidente y me convertí en un lector compulsivo. La escritura llegaría unos años después, como consecuencia de demasiada lectura.¿Y cuál ha recomendado más veces? La leyenda del Santo Bebedor, de Joseph Roth.¿Qué libro siente que explica mejor el judaísmo? Reflexiones sobre la cuestión judía, de Jean-Paul Sartre.¿Qué libro no ha podido terminar? Ulises, de James Joyce.¿Cuál ha sido el último libro que le ha gustado? Montedidio, de Erri De Luca.¿Qué autor/a está injustamente olvidado? Osvaldo Soriano.¿Qué libros tiene en la mesita de noche? Ruth, de Adriana Riva, Una historia sencilla, de Leila Guerriero, Los árboles caídos también son el bosque, de Alejandra Kamiya. Es una mesita de noche de un hotel en Buenos Aires, claro.¿Qué película ha visto más veces? El padrino.Si tuviese que usar una canción o una pieza musical como autorretrato, ¿cuál sería? I Wish I Knew How It Would Feel To Be Free, de Nina Simone, pero la versión en vivo del Festival de Jazz de Montreux de 1976.¿En qué museo se quedaría a vivir? Museo d’Orsay, en París. Una vez, por cuestiones del azar, fui invitado a visitarlo un lunes, el día de la semana que éste se cierra al público. Solo estábamos las obras y yo y unos cuantos señores trapeando los salones y pasillos, y me pasé toda la tarde imaginando que así sería vivir ahí.¿Qué suceso histórico admira más? El levantamiento del gueto de Varsovia.¿Qué encargo no aceptaría jamás? Escribir algo que me obligue a subirme en un barco. Me mareo hasta en la tina.¿Qué está socialmente sobrevalorado? Saludar con dos besos. Uno basta.De no ser escritor le habría gustado ser… Pianista o paramédico, pero no tengo ni la paciencia para uno, ni el estómago para el otro. Seguir leyendo  

Lleva cerca de 20 libros publicados, y con el último, Tarántula (Libros del Asteroide), ha obtenido el pasado abril el Premio de la Crítica, galardón que se suma al premio Medicis a la mejor novela extranjera. Eduardo Halfon (Ciudad de Guatemala, 1971), una de las voces más singulares e interesantes de su generación, regresa a la violencia de los años ochenta en el país centroamericano donde nació, a través de dos hermanos exiliados en Estados Unidos, cuyos padres les envían a un campamento en la selva para niños judíos. Una experiencia que el narrador de esta historia solo acabará de entender ya de adulto en Europa. El autor de Monasterio sintoniza de nuevo y afina una potente variación sobre los temas que recorren su obra.

¿Qué libro le convirtió en escritor? No fue un libro, sino demasiados libros. Yo nunca había sido lector. Tenía casi treinta años y me sentía perdido, desubicado, con una sensación de estarme ahogando, cuando de pronto caí en la literatura por accidente y me convertí en un lector compulsivo. La escritura llegaría unos años después, como consecuencia de demasiada lectura.

¿Y cuál ha recomendado más veces? La leyenda del Santo Bebedor, de Joseph Roth.

¿Qué libro siente que explica mejor el judaísmo? Reflexiones sobre la cuestión judía, de Jean-Paul Sartre.

¿Qué libro no ha podido terminar? Ulises, de James Joyce.

¿Cuál ha sido el último libro que le ha gustado? Montedidio, de Erri De Luca.

¿Qué autor/a está injustamente olvidado? Osvaldo Soriano.

¿Qué libros tiene en la mesita de noche? Ruth, de Adriana Riva, Una historia sencilla, de Leila Guerriero, Los árboles caídos también son el bosque, de Alejandra Kamiya. Es una mesita de noche de un hotel en Buenos Aires, claro.

¿Qué película ha visto más veces? El padrino.

Si tuviese que usar una canción o una pieza musical como autorretrato, ¿cuál sería? I Wish I Knew How It Would Feel To Be Free, de Nina Simone, pero la versión en vivo del Festival de Jazz de Montreux de 1976.

¿En qué museo se quedaría a vivir? Museo d’Orsay, en París. Una vez, por cuestiones del azar, fui invitado a visitarlo un lunes, el día de la semana que éste se cierra al público. Solo estábamos las obras y yo y unos cuantos señores trapeando los salones y pasillos, y me pasé toda la tarde imaginando que así sería vivir ahí.

¿Qué suceso histórico admira más? El levantamiento del gueto de Varsovia.

¿Qué encargo no aceptaría jamás? Escribir algo que me obligue a subirme en un barco. Me mareo hasta en la tina.

¿Qué está socialmente sobrevalorado? Saludar con dos besos. Uno basta.

De no ser escritor le habría gustado ser… Pianista o paramédico, pero no tengo ni la paciencia para uno, ni el estómago para el otro.

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