Un accidente gravísimo a los 8 años que casi le cuesta un brazo y la nariz. Una convalecencia en la que el niño, tartamudo a más no poder, descubre que escribe rápido, que su mano no se traba, que puede comunicarse por escrito. Un comienzo fulgurante como reportero musical estrella, de fiesta VIP en fiesta VIP, hasta que, a los 28 años, lo deja todo de lado para dedicarse a su verdadera pasión. Una declaración a su novia en la que le dice que, antes que marido o padre, será escritor. 54 años casado con una mujer a la que perdió hace dos, atropellada por un camionero que a él no le ha pedido ni perdón. 30.000 discos atesorados en su casa, y miles de libros. 575 libros publicados, de todos los géneros; una media de 10 al año. Quince millones de ejemplares vendidos, un impulso gigante a la lectura en español y dos fundaciones que llevan su nombre. No está mal para una vida, ¿no? Pues a Jordi Sierra y Fabra (Barcelona, 77 años), que hoy, jueves, recibe el premio Antonio de Sancha que entrega el gremio de editores de Madrid, le queda cuerda para rato: “Estoy más lúcido que nunca”.
Pregunta. ¿Cómo se siente?
Respuesta. Como una moto. De libro en libro. Escribo mejor que a los 50; y a los 50 mejor que a los 30. Tengo fluidez mental, rapidez… bueno, rápido siempre he sido, claro.
P. No se pueden escribir 575 libros si no…
R. En mi juventud fui rockero, pero era una excusa. Siempre quise escribir.
P. ¿Lo tuvo claro siempre?
R. Desde los ocho años. Tuve un accidente muy grave, atravesé un cristal, casi muero. Yo era tan tartamudo que no podía hablar con nadie. Y ahí vi que podía escribir seguido: la mano iba a 100 por hora. Dije: voy a ser escritor.
P. ¿No hubo plan B?
R. Nunca. Cuando me declaré a mi novia, luego mi mujer, le dije: “Mira, estoy enamorado, estoy enamorado… pero soy escritor. Antes que padre o marido seré escritor. Luego no te quejes. Le pareció romántico… y me dijo que sí. (Ríe).
P. Y así hasta casi 600 títulos. ¿Cómo se lleva la cuenta?
R. Escribo guiones con cada capítulo. Pienso a la vez en 50 libros y no paro: en cuatro meses he hecho nueve libros infantiles. Los comienzo siempre los lunes y los escribo del tirón. Cuando alguien dice: “No puedes escribir tanto, seguro que tienes 50 negros”… ¡Vete por ahí! Tengo mi vida documentada día a día. [Enseña diarios en los que pone cuánto escribe cada día].
P. ¿Cuál es su rutina?
R. Me levanto a las 6.00, escribo de 11.00 a 15.00, como, leo. A las 16.30 escribo hasta las 20.30. Ceno y al cine.
P. ¿La última que ha visto?
R. La de Clint Eastwood.
P. Dicen que quizá es la última que hace… tiene 94 años. Usted con 94 años andará por los 1.000 libros.
R. No, no (ríe). A 10 por año… iré por 800. Pero oye, nunca me he planteado un récord ni nada. Al contrario, cuando me dicen: “Es el autor español vivo con más títulos”. Dices, coño… el sambenito. Sabes que te perseguirá hasta que te mueras.
P. Otro sambenito que le persigue es el de escribir solo literatura infantil y juvenil.
R. He escrito de todo: negra, histórica, ciencia ficción, memorias… Me leen mucho los jóvenes, es cierto.
P. Bueno, los premios van cimentando su carrera y muchos premios son a autor infantil y juvenil…
R. Sí. Me han dado de todo tipo, eh. Este que me dan hoy [el Antonio de Sancha] es importante. Lo dan los editores, dicen, por mi “calidad y generosidad”… te juro que me emociono.
P. Tiene que ver mucho también con otra labor de la que se ha hartado: la de fomento de la lectura.
R. Son tres generaciones que me han leído, eh. Abuelos, hijos y nietos. Son muchos años y muchos libros. La gente que dice: “Ah, haces libros como churros”… ¡Vete por ahí! No saben la pasión con la que escribo.
P. ¿Alguna obra a la que tenga más cariño?
R. No, no, los hijos son todos guapos. Escribo mucho. No corrijo. Hago 15 o 20 páginas al día. La perfección no existe. El instinto, sí, y te va a salvar siempre. El primer capítulo tiene que agarrarte y a la página 30 no lo debes poder soltar. Siempre igual: capítulos cortos, mucho diálogo… ese es mi estilo.
P. ¿Nunca ha sufrido un bloqueo?
R. Solo con la muerte de mi mujer. El 22 de noviembre hará dos años. Dijo que volvía a la noche y no volvió. Estuve cinco meses sin escribir, pero no por bloqueo; no quería hacer nada. Dije: ¿qué puedo hacer para volver a coger la marcha? Pues libros de humor para niños. Me hacía falta reírme. Como soy muy bruto, hice tres seguidos. Al llegar el verano me fui a la montaña, cogí carrerilla.
P. ¿De dónde le vienen las ideas?
R. De tres fuentes: lo primero, lo que se me ocurre. Soy una antena con patas. Si veo una hormiga, ya veo una excursión, un amigo ciempiés… eso es una historia. Dos: cuando viajo, hablo y escucho. Java, China, Samoa, África o me voy con los indios de Cauca… te cuentan su vida. Hay que ser humilde y escuchar. Y tres, la prensa: ¡cuántas novelas han salido de leer EL PAÍS!
P. ¿Aún viaja mucho?
R. Sí, mira [enseña un vídeo en Medellín con 3.000 niños de un colegio gritando “¡Jordi!”, con fresas dibujadas]. Tengo vídeos así en Perú, en Ecuador…
P. En Medellín está una de sus dos fundaciones [la primera, en Barcelona].
R. Este mes cumplen 20 años. El origen es que de pequeño lo pasé mal. Sufrí mucho bullying, me llamaban inútil, mi padre me prohibió escribir… estuve siempre solo. De mayor, en charlas y colegios empecé a ver niños que decían: “quiero ser escritor, pero vivo en Soria…”, y yo decía: ¿y qué? Para eso hice la fundación, para apoyar esas vocaciones. En Colombia hemos sacado a miles de niños de las calles; hemos llevado libros a cientos de pueblos del país. Los jóvenes necesitan un impulso porque el mundo ha cambiado mucho. Cuando yo era pequeño el mundo era mucho más duro, imagínate con una dictadura. Pero había más espacio para los sueños. Hoy en día cuesta mucho soñar.
Leyenda de las letras con 565 títulos publicados, el escritor recibe el premio Antonio de Sancha de los editores de Madrid
Un accidente gravísimo a los 8 años que casi le cuesta un brazo y la nariz. Una convalecencia en la que el niño, tartamudo a más no poder, descubre que escribe rápido, que su mano no se traba, que puede comunicarse por escrito. Un comienzo fulgurante como reportero musical estrella, de fiesta VIP en fiesta VIP, hasta que, a los 28 años, lo deja todo de lado para dedicarse a su verdadera pasión. Una declaración a su novia en la que le dice que, antes que marido o padre, será escritor. 54 años casado con una mujer a la que perdió hace dos, atropellada por un camionero que a él no le ha pedido ni perdón. 30.000 discos atesorados en su casa, y miles de libros. 575 libros publicados, de todos los géneros; una media de 10 al año. Quince millones de ejemplares vendidos, un impulso gigante a la lectura en español y dos fundaciones que llevan su nombre. No está mal para una vida, ¿no? Pues a Jordi Sierra y Fabra (Barcelona, 77 años), que hoy, jueves, recibe el premio Antonio de Sancha que entrega el gremio de editores de Madrid, le queda cuerda para rato: “Estoy más lúcido que nunca”.
Pregunta. ¿Cómo se siente?
Respuesta. Como una moto. De libro en libro. Escribo mejor que a los 50; y a los 50 mejor que a los 30. Tengo fluidez mental, rapidez… bueno, rápido siempre he sido, claro.
P. No se pueden escribir 575 libros si no…
R. En mi juventud fui rockero, pero era una excusa. Siempre quise escribir.
P. ¿Lo tuvo claro siempre?
R. Desde los ocho años. Tuve un accidente muy grave, atravesé un cristal, casi muero. Yo era tan tartamudo que no podía hablar con nadie. Y ahí vi que podía escribir seguido: la mano iba a 100 por hora. Dije: voy a ser escritor.
P. ¿No hubo plan B?
R. Nunca. Cuando me declaré a mi novia, luego mi mujer, le dije: “Mira, estoy enamorado, estoy enamorado… pero soy escritor. Antes que padre o marido seré escritor. Luego no te quejes. Le pareció romántico… y me dijo que sí. (Ríe).
P. Y así hasta casi 600 títulos. ¿Cómo se lleva la cuenta?
R. Escribo guiones con cada capítulo. Pienso a la vez en 50 libros y no paro: en cuatro meses he hecho nueve libros infantiles. Los comienzo siempre los lunes y los escribo del tirón. Cuando alguien dice: “No puedes escribir tanto, seguro que tienes 50 negros”… ¡Vete por ahí! Tengo mi vida documentada día a día. [Enseña diarios en los que pone cuánto escribe cada día].
P. ¿Cuál es su rutina?
R. Me levanto a las 6.00, escribo de 11.00 a 15.00, como, leo. A las 16.30 escribo hasta las 20.30. Ceno y al cine.
P. ¿La última que ha visto?
R. La de Clint Eastwood.
P. Dicen que quizá es la última que hace… tiene 94 años. Usted con 94 años andará por los 1.000 libros.
R. No, no (ríe). A 10 por año… iré por 800. Pero oye, nunca me he planteado un récord ni nada. Al contrario, cuando me dicen: “Es el autor español vivo con más títulos”. Dices, coño… el sambenito. Sabes que te perseguirá hasta que te mueras.
P. Otro sambenito que le persigue es el de escribir solo literatura infantil y juvenil.
R. He escrito de todo: negra, histórica, ciencia ficción, memorias… Me leen mucho los jóvenes, es cierto.
P. Bueno, los premios van cimentando su carrera y muchos premios son a autor infantil y juvenil…
R. Sí. Me han dado de todo tipo, eh. Este que me dan hoy [el Antonio de Sancha] es importante. Lo dan los editores, dicen, por mi “calidad y generosidad”… te juro que me emociono.
P. Tiene que ver mucho también con otra labor de la que se ha hartado: la de fomento de la lectura.
R. Son tres generaciones que me han leído, eh. Abuelos, hijos y nietos. Son muchos años y muchos libros. La gente que dice: “Ah, haces libros como churros”… ¡Vete por ahí! No saben la pasión con la que escribo.
P. ¿Alguna obra a la que tenga más cariño?
R. No, no, los hijos son todos guapos. Escribo mucho. No corrijo. Hago 15 o 20 páginas al día. La perfección no existe. El instinto, sí, y te va a salvar siempre. El primer capítulo tiene que agarrarte y a la página 30 no lo debes poder soltar. Siempre igual: capítulos cortos, mucho diálogo… ese es mi estilo.
P. ¿Nunca ha sufrido un bloqueo?
R. Solo con la muerte de mi mujer. El 22 de noviembre hará dos años. Dijo que volvía a la noche y no volvió. Estuve cinco meses sin escribir, pero no por bloqueo; no quería hacer nada. Dije: ¿qué puedo hacer para volver a coger la marcha? Pues libros de humor para niños. Me hacía falta reírme. Como soy muy bruto, hice tres seguidos. Al llegar el verano me fui a la montaña, cogí carrerilla.
P. ¿De dónde le vienen las ideas?
R. De tres fuentes: lo primero, lo que se me ocurre. Soy una antena con patas. Si veo una hormiga, ya veo una excursión, un amigo ciempiés… eso es una historia. Dos: cuando viajo, hablo y escucho. Java, China, Samoa, África o me voy con los indios de Cauca… te cuentan su vida. Hay que ser humilde y escuchar. Y tres, la prensa: ¡cuántas novelas han salido de leer EL PAÍS!
P. ¿Aún viaja mucho?
R. Sí, mira [enseña un vídeo en Medellín con 3.000 niños de un colegio gritando “¡Jordi!”, con fresas dibujadas]. Tengo vídeos así en Perú, en Ecuador…
P. En Medellín está una de sus dos fundaciones [la primera, en Barcelona].
R. Este mes cumplen 20 años. El origen es que de pequeño lo pasé mal. Sufrí mucho bullying, me llamaban inútil, mi padre me prohibió escribir… estuve siempre solo. De mayor, en charlas y colegios empecé a ver niños que decían: “quiero ser escritor, pero vivo en Soria…”, y yo decía: ¿y qué? Para eso hice la fundación, para apoyar esas vocaciones. En Colombia hemos sacado a miles de niños de las calles; hemos llevado libros a cientos de pueblos del país. Los jóvenes necesitan un impulso porque el mundo ha cambiado mucho. Cuando yo era pequeño el mundo era mucho más duro, imagínate con una dictadura. Pero había más espacio para los sueños. Hoy en día cuesta mucho soñar.
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