A fines de los años setenta, cuando el escritor chileno Antonio Skármeta, quien murió este martes en Santiago a los 83 años, vivía el exilio en Alemania, publicó Tema de clase, un breve relato en Le Monde. Entonces había oído historias de cómo la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990) se inmiscuía en muchas de las escuelas del país sudamericano y, una de las varias formas, contó años más tarde el autor de El cartero de Neruda, era a través del pensamiento autoritario, y de hurgar en cómo pensaban su padres.
Poco después, en julio de 1981, la chilena Verónica Uribe, fundadora en Venezuela de la editorial Ekaré, leyó en la sección El cuento del lunes de un periódico de Caracas La Composición, el nombre que luego tomó Tema de clase. “Yo llevaba ya siete años de exilio y la historia que contaba Antonio me conmovió. Todo lo que se relacionaba con Chile, con los sufrimientos y la lucha contra la dictadura, me estrujaba el corazón. Lloré, entonces, y también me reí ese día lunes. Porque el texto de Skármeta estaba contado con liviandad, con humor”, relató Uribe en una exposición en 2003 titulada La composición, historia de una larga experiencia editorial, ante estudiantes de literatura en España.
El texto de Skármeta, Premio Nacional de Literatura 2014, cuenta la historia de Pedro Malbrán, un niño de nueve años que cursa el tercer año de primaria y es fanático del fútbol. Cada noche, tal como ocurría en muchas familias chilenas durante la dictadura, él junto a su mamá y su papá escuchaban en la radio las noticias del país. Pero un día algo cambió, cuando Pedro vio que al padre de Daniel, su amigo del barrio, dos hombres se lo llevaron detenido, arrastrándolo, y lo subieron a un jeep militar porque estaba ‘en contra de la dictadura’. Luego, un uniformado de bigotes y gafas oscuras, el capitán Romo, llegó una mañana hasta la sala de clases de Pedro para ordenarle a su curso escribir una tarea: “¡A anotar! Título de la composición: ‘Lo que hace mi familia por las noches’”.
Cuando Verónica Uribe leyó el relato en Caracas, lo visualizó como un libro ilustrado, y se dio cuenta de que era el primero en Chile que hablaba de la dictadura —aunque sin mencionar a Pinochet— con los ojos de un niño. “Era la historia de un niño lúcido que logra ver bajo el velo de lo aparente. Pedro Malbrán percibe que la muralla divisoria entre el mundo de los adultos y el de los niños no existe; es una barrera que los grandes intentan mantener en pie a todo riesgo, una ficción de los adultos para su propia tranquilidad”, ha contado la editora sobre La Composición.
Uribe había conocido a Skármeta en Chile, antes de que ambos tuvieran que salir obligados del país, pues fue su profesor de redacción en la escuela de Periodismo de la Universidad de Chile, previo al golpe de Estado de 1973. Entonces, consiguió su teléfono en Berlín y le propuso el proyecto. Skármeta aceptó de inmediato, pero para que se concretara la publicación de La Composición, pasaron 20 años. “Es una larga y muy bonita historia”, dice a EL PAÍS la escritora Lola Larra, quien junto a Verónica Uribe, su madre, fundaron en Chile Ekaré Sur en 2008, la editorial que finalmente publicó en 2000 el primer libro infantil e ilustrado de Antonio Skármeta.
Caracas, Berlín, Bolonia, Santiago
Verónica Uribe recordaba que Skármeta dictaba redacción a los estudiantes como “si fuera un taller de lecturas y escrituras” y que, “para algunos pocos era nuestra clase preferida. Disfrutábamos la constante ironía y humor de Antonio”. Pero, cuando debió marcar el teléfono desde Caracas a Berlín, pensó que si habían pasado doce años de ese curso “era probable que no recordara a una de las tantas alumnas”. Eso no ocurrió: “Sentí al otro lado la voz de Antonio y sí, se acordaba de mí y sí, le gustaría que La composición se publicara en esta pequeña editorial venezolana y, también estaría abierto a la posibilidad de editar el texto para que fuera un libro ilustrado para niños”.
Después de que Skármeta aceptó, hicieron las primeras sugerencias de cambio del texto con las que el escritor estuvo de acuerdo y firmó un contrato. En paralelo, Uribe junto a la editora Carmen Diana Dearden, buscaron un ilustrador. Y ficharon a un artista chileno, que también estaba exiliado en Venezuela, y que trabajó muy bien, pero abandonó el proyecto pese que había tenido los bocetos con “una rapidez insual”. Así pasaron dos años y Ekaré se desitió de La Composición.
En 1985, sin embargo, el proyecto se reactivó cuando un cineasta venezonalo, Olegario Barrera, comenzó a filmar una película basada en La composición, pero que se llamaría La pequeña revancha y ocurría Venezuela. Pedro no jugaba fútbol, sino bésibol, y la ciudad ya no era Santiago, sino Barquisimeto. Entonces, Ekaré volvió a contactar al primer ilustrador, que entusiasmado regresó a dibujar, mientras Skármeta firmó por segunda vez un contrato. Pero, el artista, otra vez desapareció. “Una vez más La composición quedó en el rincón del olvido y de las grandes frustraciones”, relató Uribe.
Hubo un tercer intento en 1995, cuando Verónica Uribe junto a su hija Lola Larra ya habían retornado a Chile desde el exilio en Venezuela, a mediados de los noventa. “Después de tantos años, pensábamos, ¿valdría la pena hacer este libro? ¿Era vigente el tema cuando ya la dictadura chilena había terminado, también la argentina y el continente parecía moverse hacia regímenes democráticos? Y sí, creíamos que era un excelente cuento y que valía la pena publicarlo. Más importante aún, para reafirmar la democracia, para conjurar las dictaduras”, ha dicho Uribe.
Una cuarta tentiva fue en 1996, que fue la que finalmente dio el vamos definitivo al libro ilustrado. Pero, antes, debía ocurrir otro episodio, porque de otra forma esta historia no sería la que es. Verónica Uribe se encontró casualmente con Skármeta en la Biblioteca Nacional, en el centro de Santiago, y el escritor le preguntó por el proyecto. Acordaron reactivarlo, pero entonces él ya tenía fama mundial pues su novela Ardiente paciencia (1985), sobre la amistad entre el poeta chileno Pablo Neruda y su cartero, ya había sido llevada al cine en dos ocasiones: la primera dirigida por él mismo, y la segunda, en 1994, por el inglés Michael Radford: fue nominada en cinco categorías a los premios Oscar, entre ellas Mejor Película y Dirección, y premiada por Mejor banda sonora.
Skármeta, además, para 1996 era representado por la importante agente literaria española Carmen Balcells, lo que hacía muy difícil para una pequeña editorial como Ekaré, contó Uribe, volver a firmar un contrato, otra vez, con el chileno. Pero Skármeta la sorprendió: “Hablaré con ella [con Balcells]”, le dijo. “Y así fue. Unas semanas después, recibimos una amable comunicación de la agencia con una cifra a nuestro alcance”, relató la editora chilena.
Tres años más tarde, en 1999, durante la participación de Ekaré Sur en la Feria del Libro Infantil y Juvenil de Bolonia, las editoras, Uribe y Dearden, se preguntaron por qué si tenían tan buenos ilustradores no lograban concretar el proyecto y “por qué habíamos tenido tan mala suerte con La composición”. De pronto conocieron al ilustrador español Alfonso Ruano y en Bolonia se cerró, finalmente, el primer libro ilustrado de Skármeta, que se publicó un año después, simultáneamente en Venezuela por Ekaré, y en España bajo el sello SM.
Luego, en la presentación el año 2000 de La Composición en Santiago, Verónica Uribe recuerda que Antonio Skármeta bromeó ante los asistentes: “Después de 80 años, ve la luz este libro. Durante todo este tiempo, las mujeres de Ediciones Ekaré me han hecho firmar contratos y me han pagado anticipos, sin que hasta recién ahora tengamos el libro en nuestras manos. Un precioso libro”.
La composición, traducido al inglés y al italiano, ha recibido el Premio Llibreter de los libreros de Barcelona (2000), el Premio América 2001 (Américas Award) concedido por la organización Consorcio de Estudios sobre América Latina (CLASP), además del Premio UNESCO 2003 de Literatura Infantil y Juvenil en pro de la Tolerancia.
Un breve relato que el escritor, fallecido este martes, publicó en un diario a fines de los setenta, se convirtió veinte años después en un libro ilustrado, empujado desde el exilio en Venezuela por la editora chilena Verónica Uribe
A fines de los años setenta, cuando el escritor chileno Antonio Skármeta, quien murió este martes en Santiago a los 83 años, vivía el exilio en Alemania, publicó Tema de clase, un breve relato en Le Monde. Entonces había oído historias de cómo la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990) se inmiscuía en muchas de las escuelas del país sudamericano y, una de las varias formas, contó años más tarde el autor de El cartero de Neruda, era a través del pensamiento autoritario, y de hurgar en cómo pensaban su padres.
Poco después, en julio de 1981, la chilena Verónica Uribe, fundadora en Venezuela de la editorial Ekaré, leyó en la sección El cuento del lunes de un periódico de CaracasLa Composición, el nombre que luego tomó Tema de clase. “Yo llevaba ya siete años de exilio y la historia que contaba Antonio me conmovió. Todo lo que se relacionaba con Chile, con los sufrimientos y la lucha contra la dictadura, me estrujaba el corazón. Lloré, entonces, y también me reí ese día lunes. Porque el texto de Skármeta estaba contado con liviandad, con humor”, relató Uribe en una exposición en 2003 titulada La composición, historia de una larga experiencia editorial, ante estudiantes de literatura en España.
El texto de Skármeta, Premio Nacional de Literatura 2014, cuenta la historia de Pedro Malbrán, un niño de nueve años que cursa el tercer año de primaria y es fanático del fútbol. Cada noche, tal como ocurría en muchas familias chilenas durante la dictadura, él junto a su mamá y su papá escuchaban en la radio las noticias del país. Pero un día algo cambió, cuando Pedro vio que al padre de Daniel, su amigo del barrio, dos hombres se lo llevaron detenido, arrastrándolo, y lo subieron a un jeep militar porque estaba ‘en contra de la dictadura’. Luego, un uniformado de bigotes y gafas oscuras, el capitán Romo, llegó una mañana hasta la sala de clases de Pedro para ordenarle a su curso escribir una tarea: “¡A anotar! Título de la composición: ‘Lo que hace mi familia por las noches’”.
Cuando Verónica Uribe leyó el relato en Caracas, lo visualizó como un libro ilustrado, y se dio cuenta de que era el primero en Chile que hablaba de la dictadura —aunque sin mencionar a Pinochet— con los ojos de un niño. “Era la historia de un niño lúcido que logra ver bajo el velo de lo aparente. Pedro Malbrán percibe que la muralla divisoria entre el mundo de los adultos y el de los niños no existe; es una barrera que los grandes intentan mantener en pie a todo riesgo, una ficción de los adultos para su propia tranquilidad”, ha contado la editora sobre La Composición.
Uribe había conocido a Skármeta en Chile, antes de que ambos tuvieran que salir obligados del país, pues fue su profesor de redacción en la escuela de Periodismo de la Universidad de Chile, previo al golpe de Estado de 1973. Entonces, consiguió su teléfono en Berlín y le propuso el proyecto. Skármeta aceptó de inmediato, pero para que se concretara la publicación de La Composición, pasaron 20 años. “Es una larga y muy bonita historia”, dice a EL PAÍS la escritora Lola Larra, quien junto a Verónica Uribe, su madre, fundaron en Chile Ekaré Sur en 2008, la editorial que finalmente publicó en 2000 el primer libro infantil e ilustrado de Antonio Skármeta.
Portada del libro ‘La Composición’, de Antonio Skármeta y Alfonso Ruano. Alfonso Ruano (Ekaré)
Caracas, Berlín, Bolonia, Santiago
Verónica Uribe recordaba que Skármeta dictaba redacción a los estudiantes como “si fuera un taller de lecturas y escrituras” y que, “para algunos pocos era nuestra clase preferida. Disfrutábamos la constante ironía y humor de Antonio”. Pero, cuando debió marcar el teléfono desde Caracas a Berlín, pensó que si habían pasado doce años de ese curso “era probable que no recordara a una de las tantas alumnas”. Eso no ocurrió: “Sentí al otro lado la voz de Antonio y sí, se acordaba de mí y sí, le gustaría que La composición se publicara en esta pequeña editorial venezolana y, también estaría abierto a la posibilidad de editar el texto para que fuera un libro ilustrado para niños”.
Después de que Skármeta aceptó, hicieron las primeras sugerencias de cambio del texto con las que el escritor estuvo de acuerdo y firmó un contrato. En paralelo, Uribe junto a la editora Carmen Diana Dearden, buscaron un ilustrador. Y ficharon a un artista chileno, que también estaba exiliado en Venezuela, y que trabajó muy bien, pero abandonó el proyecto pese que había tenido los bocetos con “una rapidez insual”. Así pasaron dos años y Ekaré se desitió de La Composición.
En 1985, sin embargo, el proyecto se reactivó cuando un cineasta venezonalo, Olegario Barrera, comenzó a filmar una película basada en La composición, pero que se llamaría La pequeña revancha y ocurría Venezuela. Pedro no jugaba fútbol, sino bésibol, y la ciudad ya no era Santiago, sino Barquisimeto. Entonces, Ekaré volvió a contactar al primer ilustrador, que entusiasmado regresó a dibujar, mientras Skármeta firmó por segunda vez un contrato. Pero, el artista, otra vez desapareció. “Una vez más La composición quedó en el rincón del olvido y de las grandes frustraciones”, relató Uribe.
Hubo un tercer intento en 1995, cuando Verónica Uribe junto a su hija Lola Larra ya habían retornado a Chile desde el exilio en Venezuela, a mediados de los noventa. “Después de tantos años, pensábamos, ¿valdría la pena hacer este libro? ¿Era vigente el tema cuando ya la dictadura chilena había terminado, también la argentina y el continente parecía moverse hacia regímenes democráticos? Y sí, creíamos que era un excelente cuento y que valía la pena publicarlo. Más importante aún, para reafirmar la democracia, para conjurar las dictaduras”, ha dicho Uribe.
Ilustración del libro infantil ‘La composición’.Alfonso Ruano (Ekaré)
Una cuarta tentiva fue en 1996, que fue la que finalmente dio el vamos definitivo al libro ilustrado. Pero, antes, debía ocurrir otro episodio, porque de otra forma esta historia no sería la que es. Verónica Uribe se encontró casualmente con Skármeta en la Biblioteca Nacional, en el centro de Santiago, y el escritor le preguntó por el proyecto. Acordaron reactivarlo, pero entonces él ya tenía fama mundial pues su novela Ardiente paciencia (1985), sobre la amistad entre el poeta chileno Pablo Neruda y su cartero, ya había sido llevada al cine en dos ocasiones: la primera dirigida por él mismo, y la segunda, en 1994, por el inglés Michael Radford: fue nominada en cinco categorías a los premios Oscar, entre ellas Mejor Película y Dirección, y premiada por Mejor banda sonora.
Skármeta, además, para 1996 era representado por la importante agente literaria española Carmen Balcells, lo que hacía muy difícil para una pequeña editorial como Ekaré, contó Uribe, volver a firmar un contrato, otra vez, con el chileno. Pero Skármeta la sorprendió: “Hablaré con ella [con Balcells]”, le dijo. “Y así fue. Unas semanas después, recibimos una amable comunicación de la agencia con una cifra a nuestro alcance”, relató la editora chilena.
Tres años más tarde, en 1999, durante la participación de Ekaré Sur en la Feria del Libro Infantil y Juvenil de Bolonia, las editoras, Uribe y Dearden, se preguntaron por qué si tenían tan buenos ilustradores no lograban concretar el proyecto y “por qué habíamos tenido tan mala suerte con La composición”. De pronto conocieron al ilustrador español Alfonso Ruano y en Bolonia se cerró, finalmente, el primer libro ilustrado de Skármeta, que se publicó un año después, simultáneamente en Venezuela por Ekaré, y en España bajo el sello SM.
Luego, en la presentación el año 2000 de La Composición en Santiago, Verónica Uribe recuerda que Antonio Skármeta bromeó ante los asistentes: “Después de 80 años, ve la luz este libro. Durante todo este tiempo, las mujeres de Ediciones Ekaré me han hecho firmar contratos y me han pagado anticipos, sin que hasta recién ahora tengamos el libro en nuestras manos. Un precioso libro”.
Ilustraciones del libro ‘La Composición’. Alfonso Ruano (Ekaré)
La composición, traducido al inglés y al italiano, ha recibido el Premio Llibreter de los libreros de Barcelona (2000), el Premio América 2001 (Américas Award) concedido por la organización Consorcio de Estudios sobre América Latina (CLASP), además del Premio UNESCO 2003 de Literatura Infantil y Juvenil en pro de la Tolerancia.
EL PAÍS