Léase usted una novela

Cuando yo era joven, decían que cada cigarrillo te quitaba 20 minutos de vida, pero la gente no se lo creía porque fumaba mucho, o fumaba mucho porque se lo creía: para acabar cuanto antes. Y es que vivir era lo más parecido a ir a la oficina, de modo que a media mañana deseabas morirte y encendías, claro, un camel. Ahora dicen que leer alarga la vida. Yo, pese a haber sido un fumador recalcitrante, he alcanzado una edad catastrófica, quizá porque leía al tiempo de fumar, de modo que lo que perdía por un lado lo ganaba por el otro. Es lo que se me ocurre. Además, después de dejar de fumar, hace años, continué leyendo, o sea, continué alargando la vida. Quizá a estas alturas haya anulado ya completamente los minutos perdidos por culpa de tabaco. De ser así, es como si hubiera terminado de pagar una hipoteca. Con la lectura, podríamos decir, le he dado al tabaco las horas de muerte que le debía, tal vez más. Que le aprovechen

Balances del alma, en fin. Perdemos los días y las noches rellenando las columnas del Debe y del Haber de la existencia, obsesionados con hacerlas cuadrar. Nadie quiere morirse con las cuentas pendientes. Irse en paz significa haber logrado que la suma de los números de la columna de la izquierda sea idéntica a la suma de los de la derecha. Algunos viejos se resisten a morir porque les remuerden las deudas que dejan a los deudos (curiosa coincidencia fonética y de significado). A veces, ha de acercarse un hijo o una hija al moribundo para asegurarle al oído que todo está bien y que puede plegar las velas.

Hay personas que se endeudan para quitarse las deudas, y luego para quitarse las deudas de las deudas. Significa que somos buena gente que trata de cumplir con sus deberes incluso cuando fallan estrepitosamente los haberes. Venimos al mundo con el pasivo del pecado original. No fume usted para aliviar esa culpa. Pero si fuma, léase luego una novela, aunque no sea mía.

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Perdemos los días y las noches rellenando las columnas del Debe y del Haber de la existencia, obsesionados con hacerlas cuadrar

Hipster woman reading a book while listening music on headphones.
BraunS (Getty Images)
Juan José Millás

Cuando yo era joven, decían que cada cigarrillo te quitaba 20 minutos de vida, pero la gente no se lo creía porque fumaba mucho, o fumaba mucho porque se lo creía: para acabar cuanto antes. Y es que vivir era lo más parecido a ir a la oficina, de modo que a media mañana deseabas morirte y encendías, claro, un camel. Ahora dicen que leer alarga la vida. Yo, pese a haber sido un fumador recalcitrante, he alcanzado una edad catastrófica, quizá porque leía al tiempo de fumar, de modo que lo que perdía por un lado lo ganaba por el otro. Es lo que se me ocurre. Además, después de dejar de fumar, hace años, continué leyendo, o sea, continué alargando la vida. Quizá a estas alturas haya anulado ya completamente los minutos perdidos por culpa de tabaco. De ser así, es como si hubiera terminado de pagar una hipoteca. Con la lectura, podríamos decir, le he dado al tabaco las horas de muerte que le debía, tal vez más. Que le aprovechen

Balances del alma, en fin. Perdemos los días y las noches rellenando las columnas del Debe y del Haber de la existencia, obsesionados con hacerlas cuadrar. Nadie quiere morirse con las cuentas pendientes. Irse en paz significa haber logrado que la suma de los números de la columna de la izquierda sea idéntica a la suma de los de la derecha. Algunos viejos se resisten a morir porque les remuerden las deudas que dejan a los deudos (curiosa coincidencia fonética y de significado). A veces, ha de acercarse un hijo o una hija al moribundo para asegurarle al oído que todo está bien y que puede plegar las velas.

Hay personas que se endeudan para quitarse las deudas, y luego para quitarse las deudas de las deudas. Significa que somos buena gente que trata de cumplir con sus deberes incluso cuando fallan estrepitosamente los haberes. Venimos al mundo con el pasivo del pecado original. No fume usted para aliviar esa culpa. Pero si fuma, léase luego una novela, aunque no sea mía.

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Sobre la firma

Juan José Millás

Escritor y periodista (1946). Su obra, traducida a 25 idiomas, ha obtenido, entre otros, el Premio Nadal, el Planeta y el Nacional de Narrativa, además del Miguel Delibes de periodismo. Destacan sus novelas El desorden de tu nombre, El mundo o Que nadie duerma. Colaborador de diversos medios escritos y del programa A vivir, de la Cadena SER.

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