Lo que permanece es el tercer libro de Margarita Leoz (Pamplona, 1980), y su segunda novela. Antes de esta última, la autora navarra publicó un libro de poemas, Caer, que no vino, sino a confirmar su excelente deber a lo narrativo, escriba novela, relatos o poesía. En su libro de cuentos, Flores fuera de estación, hay historias que las acercan a la nouvelle, siendo que de una de ellas, donde se relata la vida de los padres de la protagonista, pareciera surgir el argumento y su correspondiente tratamiento estilístico en el título que ahora reseño.
Lo que permanece es una novela que linda con la elegía por la muerte de un padre, el padre de la narradora, en medio de la fiesta más importante de Pamplona. Está dividida en siete partes. El elemento elegíaco de esta novela viene reforzado por su tono de grave lirismo, escondido entre la descripción de una vida cotidiana absolutamente convencional. La narradora tiene primero una niña y un tiempo después alumbra mellizos. Hay un marido que se encarga de llevar a la niña al colegio, y hay la narradora que debe alimentar a sus mellizos con leche de pecho, sin que ello no le reporte dolor. Pero ese dolor no es nada al lado del que sufrirá cuando por teléfono le comunican que su padre ha muerto de un fulminante paro cardíaco. El relato, en sus primeras partes, no anuncia en qué se convertirá esta historia hasta su final. Así vamos descubriendo cuál es el verdadero cometido de esta sobria y profunda novela. (No quiero dejar de mencionar la casi inadvertida desaparición de escena de Alberto, el marido de nuestra narradora. Un prodigio de elipsis narrativa).
El duelo se cierne sobre la narradora. Lo hace mezclado con una sentida recuperación de la figura del padre. Así, la narradora recupera secuencias de su niñez siempre al lado de su protector padre; secuencias de su adolescencia, y juventud, cuando el padre la lleva en coche al aeropuerto en su primer viaje al extranjero para estudiar. La narradora transita entre el relato familiar y el fondo social en el cual crece y se forma. El padre no siempre es la bondad personificada, tiene sus ramalazos autoritarios, incluso su sentido de la protección es autoritario. Pero la narradora perdona, siente una obligación casi espiritual, afectiva y moral.
Lo que permanece es un homenaje al padre, sin ser a la vez nunca un motivo de clausura vital. Del duelo nace el amor a la vida, la que está viviendo la narradora con sus hijos. Así, casi mágicamente, Margarita nos brinda una elegía, a la vez que la comparte con una conmovedora oda.
Lo que permanece es el tercer libro de Margarita Leoz (Pamplona, 1980), y su segunda novela. Antes de esta última, la autora navarra publicó un libro de poemas, Caer, que no vino, sino a confirmar su excelente deber a lo narrativo, escriba novela, relatos o poesía. En su libro de cuentos, Flores fuera de estación, hay historias que las acercan a la nouvelle, siendo que de una de ellas, donde se relata la vida de los padres de la protagonista, pareciera surgir el argumento y su correspondiente tratamiento estilístico en el título que ahora reseño.Lo que permanece es una novela que linda con la elegía por la muerte de un padre, el padre de la narradora, en medio de la fiesta más importante de Pamplona. Está dividida en siete partes. El elemento elegíaco de esta novela viene reforzado por su tono de grave lirismo, escondido entre la descripción de una vida cotidiana absolutamente convencional. La narradora tiene primero una niña y un tiempo después alumbra mellizos. Hay un marido que se encarga de llevar a la niña al colegio, y hay la narradora que debe alimentar a sus mellizos con leche de pecho, sin que ello no le reporte dolor. Pero ese dolor no es nada al lado del que sufrirá cuando por teléfono le comunican que su padre ha muerto de un fulminante paro cardíaco. El relato, en sus primeras partes, no anuncia en qué se convertirá esta historia hasta su final. Así vamos descubriendo cuál es el verdadero cometido de esta sobria y profunda novela. (No quiero dejar de mencionar la casi inadvertida desaparición de escena de Alberto, el marido de nuestra narradora. Un prodigio de elipsis narrativa).El duelo se cierne sobre la narradora. Lo hace mezclado con una sentida recuperación de la figura del padre. Así, la narradora recupera secuencias de su niñez siempre al lado de su protector padre; secuencias de su adolescencia, y juventud, cuando el padre la lleva en coche al aeropuerto en su primer viaje al extranjero para estudiar. La narradora transita entre el relato familiar y el fondo social en el cual crece y se forma. El padre no siempre es la bondad personificada, tiene sus ramalazos autoritarios, incluso su sentido de la protección es autoritario. Pero la narradora perdona, siente una obligación casi espiritual, afectiva y moral.Lo que permanece es un homenaje al padre, sin ser a la vez nunca un motivo de clausura vital. Del duelo nace el amor a la vida, la que está viviendo la narradora con sus hijos. Así, casi mágicamente, Margarita nos brinda una elegía, a la vez que la comparte con una conmovedora oda. Seguir leyendo
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia
La segunda novela de la escritora navarra es un canto a la vida, ya que el duelo de la narradora por su progenitor convive con la crianza de sus hijos mellizos


Lo que permanece es el tercer libro de Margarita Leoz (Pamplona, 1980), y su segunda novela. Antes de esta última, la autora navarra publicó un libro de poemas, Caer, que no vino, sino a confirmar su excelente deber a lo narrativo, escriba novela, relatos o poesía. En su libro de cuentos, Flores fuera de estación, hay historias que las acercan a la nouvelle, siendo que de una de ellas, donde se relata la vida de los padres de la protagonista, pareciera surgir el argumento y su correspondiente tratamiento estilístico en el título que ahora reseño.
Lo que permanece es una novela que linda con la elegía por la muerte de un padre, el padre de la narradora, en medio de la fiesta más importante de Pamplona. Está dividida en siete partes. El elemento elegíaco de esta novela viene reforzado por su tono de grave lirismo, escondido entre la descripción de una vida cotidiana absolutamente convencional. La narradora tiene primero una niña y un tiempo después alumbra mellizos. Hay un marido que se encarga de llevar a la niña al colegio, y hay la narradora que debe alimentar a sus mellizos con leche de pecho, sin que ello no le reporte dolor. Pero ese dolor no es nada al lado del que sufrirá cuando por teléfono le comunican que su padre ha muerto de un fulminante paro cardíaco. El relato, en sus primeras partes, no anuncia en qué se convertirá esta historia hasta su final. Así vamos descubriendo cuál es el verdadero cometido de esta sobria y profunda novela. (No quiero dejar de mencionar la casi inadvertida desaparición de escena de Alberto, el marido de nuestra narradora. Un prodigio de elipsis narrativa).
El duelo se cierne sobre la narradora. Lo hace mezclado con una sentida recuperación de la figura del padre. Así, la narradora recupera secuencias de su niñez siempre al lado de su protector padre; secuencias de su adolescencia, y juventud, cuando el padre la lleva en coche al aeropuerto en su primer viaje al extranjero para estudiar. La narradora transita entre el relato familiar y el fondo social en el cual crece y se forma. El padre no siempre es la bondad personificada, tiene sus ramalazos autoritarios, incluso su sentido de la protección es autoritario. Pero la narradora perdona, siente una obligación casi espiritual, afectiva y moral.
Lo que permanece es un homenaje al padre, sin ser a la vez nunca un motivo de clausura vital. Del duelo nace el amor a la vida, la que está viviendo la narradora con sus hijos. Así, casi mágicamente, Margarita nos brinda una elegía, a la vez que la comparte con una conmovedora oda.
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