Risto Mejide (Barcelona, 49 años) es insensible a una presión que a cualquiera le pondría el cortisol por las nubes. Pero, cuando nadie (o casi nadie) le ve, se muestra vulnerable. Desarmado ante el vacile de sus amigos de toda la vida. Ante la enésima partida de ajedrez a la que le gana su hijo. O ante la mirada de una persona con la que sabe que va a conectar. Por eso, nunca cena con políticos. “Huyo de que me caiga bien la gente con la que trabajo porque sé que entonces no sería objetivo”, admite. Se encierra en casa después de Todo es mentira, el buque insignia de Cuatro. Se pone el pijama y lee un rato antes de cenar. Es su momento de paz ahora que libra una nueva batalla: la de ser productor. Otra faceta de una colección de vidas que atesora con tanto celo como el ancla junto a la que jugó de niño.
Pregunta. Cree que escribir es lo que mejor hace, pero todo su tiempo va a la tele. Qué paradoja, ¿no?
Respuesta. Me gusta vivir muy bien y escribir no está bien remunerado. Es así de crudo y sencillo. Con el programa, gano lo que un escritor de éxito. ¡Imagínate ahora que estoy presentando tres! He decidido priorizar la profesión más rentable hasta que tenga mi vida solucionada y la de mis hijos.
P. Muy utilitarista…
R. Sí, lo soy. Estoy hipotecando unos años de mi vida y, aunque comunicar en televisión me gusta y divierte, tiene los días contados.
P. ¿En serio?
R. Sí, 18 años a este nivel tan alto de exposición… No encontrarás a tanta gente que aguante. Echo mucho de menos la intimidad y el anonimato. Poder quedar con alguien y que al día siguiente no me hayan hecho una foto y salga en todos los lados diciendo que es mi nueva ilusión, simplemente porque haya ido a tomar un café.
Soy un ‘outsider’ del periodismo y no tengo que hacerle la pelota a nadie”
P. Vive a un ritmo muy exigente, pero no parece afectarle demasiado.
R. Que me afecte me da mucho miedo porque he visto a mucha gente romperse que trabaja en televisión y en publicidad. Personas en las que, de repente, su salud mental se resquebraja por alguna grieta y dices: “¡Ostras, el precipicio estaba más cerca de lo que pensaba!”. A lo mejor un día me rompo, no lo descarto.
P. Me cuesta creer que nunca se le haya ido el estrés de las manos…
R. Jamás. He vivido situaciones dificilísimas a nivel profesional, público o sentimental, pero siempre he tenido la sensación de que iba a salir. En este trabajo, la gente que no tiene ego no sobrevive y eso significa aguantar todas las críticas. Es el parapeto que te pones ante la gente que no te quiere.
P. ¿Y el narcisismo?
R. Un narcisista cree que es el más guapo, el más brillante y jamás hace autocrítica. Yo no me considero el mejor del mundo en nada.
P. Sin embargo, da una imagen de tío prepotente.
R. La gente me etiqueta así porque la seguridad asusta y la confunden con la prepotencia. El problema lo tienen ellos…
Que este ritmo afecte a mi salud mental me da mucho miedo. A lo mejor un día me rompo”
P. Con el tiempo, ¿lleva peor la falta de anonimato?
R. Te acostumbras, pero no lo llevas bien. La fama es llegar a un sitio y que todo el mundo sepa más de ti que tú de los demás. Siempre partes en inferioridad de condiciones. Esto puede sonar a niño rico quejándose, pero es una putada. La gente que ansía el reconocimiento público no es consciente de todo lo que se pierde. Me encantaría que los programas que hago se guardasen en un cajón y que nadie los viera. Un amigo guionista me dijo una vez que “la gente deja de madurar a la edad a la que se hace famosa”.
P. O sea que sigue teniendo 32 años.
R. Esa es la teoría. En la práctica, depende de quién te rodees. Sobre todo, si te juntas con gente que solo te dice lo bien que lo haces. Yo no he abandonado a mis amigos de toda mi vida y ellos nunca me han abandonado a mí, que era lo más fácil. Cuando me hice famoso, les dije: “A partir de ahora, si me vuelvo un gilipollas, la culpa será vuestra porque no me habréis avisado”. Y hasta hoy no me han dicho que sea más gilipollas que antes.
P. Pero sí le dicen que ha vivido muchas vidas.
R. Sí. Porque en la vida tienes dos caminos. Saber mucho de muy poco o saber casi nada de casi todo. Yo elegí la segunda opción y eso implica un cambio vital cada dos por tres. Me encanta saber, conocer, explorar, investigar. Sería incapaz de especializarme en algo…
P. ¿En cuál de ellas ha sido más feliz?
R. [Hace una pausa larguísima]. Te diría que ahora, de verdad. Quizás, lo único que me falta es alguien con quien compartirlo. Tener una pareja para mí es muy importante y esto es la primera vez que me ocurre en mucho tiempo, pero, incluso eso, lo estoy disfrutando.
P. ¿Huye del pasado?
R. Es que no tengo memoria. Por eso, soy brutalmente honesto. Digo la verdad no por una cuestión moral, sino porque no tengo capacidad para recordar lo que dije o lo que no. Del pasado me acuerdo de cosas positivas, así que supongo que sí, que eso es una manera de huir del pasado.
Soy más feliz que nunca, pero me falta alguien con quien compartirlo”
P. Ha escrito mucho sobre relaciones de pareja.
R. Es que la vida no es ni el destino ni el camino, sino la compañía. Soy un romántico empedernido. Me encanta aterrizar en cualquier ciudad y enviar el mensaje de: “Cariño, ya he aterrizado”. Ahora mis amigos me dicen: “Envíamelo a mí” [Se ríe].
P. ¿Qué lección dejaría a sus hijos sobre el amor?
R. Siempre les digo dos cosas. Una es mi frase “crecer es aprender a despedirse”. Y también les advierto de que no busquen buenas novias, que busquen buenas exparejas. Porque novia será un rato, pero una ex lo es para toda la vida.
P. Eso es muy difícil, nunca sabes cómo va a reaccionar alguien herido…
R. Tienes muchas pistas. ¿Cómo habla de sus exparejas? ¿Qué ha hecho con ellos? ¿Cómo se ha llevado con sus familias? En una entrevista de trabajo siempre se pregunta por qué esa persona se fue de su último puesto, pero para saber si es la mujer de nuestra vida no preguntamos por qué rompió con su última relación.
P. Se preocupa mucho por la bondad de sus hijos.
R. Sí, en una de mis rupturas sentimentales, mi hijo Julio me hizo de psicólogo. Siempre le he tratado como mi mejor amigo, aunque no haya dejado de ser su padre. Tras contarle la historia tal cual, su reflexión fue: “Papi, alguien que no se quiere a sí mismo nunca te podrá querer”.
P. Ahora produce los programas que antes solo presentaba. ¿Le tratan diferente sus compañeros?
R. Mmm, es normal. Porque, de la noche a la mañana, tienen que negociar una subida de sueldo conmigo, pero, en Mediaset, puedo hacer lo que me dé la gana y no tengo ninguna cortapisa ideológica siempre y cuando dé audiencia. Sé que el día que eso no pase, me enviarán a casa.
P. Le gusta poner a los políticos contra las cuerdas, incluso a colaboradores de su programa como José Luis Ábalos o Esperanza Aguirre. ¿Le molesta que le llamen periodista?
R. No, para nada. No soy periodista, pero utilizo el periodismo. En el sector de los medios, hay mucha autorreferencia y respeto a que nadie se pise la manguera. Como soy un outsider y sé que nunca me van a dar el Ondas, no tengo que hacerle la pelota a nadie. En este país, si no te pones una camiseta ideológica, estás solo.
P. ¿De verdad va a desaparecer de la tele?
R. Sí, y con mucho gusto además. Tengo pensado el margen temporal, pero no quiero avisar a nadie. Un día quiero que se me caiga el boli y decir: “Ya, hasta aquí”.
Risto Mejide (Barcelona, 49 años) es insensible a una presión que a cualquiera le pondría el cortisol por las nubes. Pero, cuando nadie (o casi nadie) le ve, se muestra vulnerable. Desarmado ante el vacile de sus amigos de toda la vida. Ante la enésima partida de ajedrez a la que le gana su hijo. O ante la mirada de una persona con la que sabe que va a conectar. Por eso, nunca cena con políticos. “Huyo de que me caiga bien la gente con la que trabajo porque sé que entonces no sería objetivo”, admite. Se encierra en casa después de Todo es mentira, el buque insignia de Cuatro. Se pone el pijama y lee un rato antes de cenar. Es su momento de paz ahora que libra una nueva batalla: la de ser productor. Otra faceta de una colección de vidas que atesora con tanto celo como el ancla junto a la que jugó de niño.Pregunta. Cree que escribir es lo que mejor hace, pero todo su tiempo va a la tele. Qué paradoja, ¿no?Respuesta. Me gusta vivir muy bien y escribir no está bien remunerado. Es así de crudo y sencillo. Con el programa, gano lo que un escritor de éxito. ¡Imagínate ahora que estoy presentando tres! He decidido priorizar la profesión más rentable hasta que tenga mi vida solucionada y la de mis hijos.P. Muy utilitarista…R. Sí, lo soy. Estoy hipotecando unos años de mi vida y, aunque comunicar en televisión me gusta y divierte, tiene los días contados.P. ¿En serio?R. Sí, 18 años a este nivel tan alto de exposición… No encontrarás a tanta gente que aguante. Echo mucho de menos la intimidad y el anonimato. Poder quedar con alguien y que al día siguiente no me hayan hecho una foto y salga en todos los lados diciendo que es mi nueva ilusión, simplemente porque haya ido a tomar un café.Soy un ‘outsider’ del periodismo y no tengo que hacerle la pelota a nadie”P. Vive a un ritmo muy exigente, pero no parece afectarle demasiado.R. Que me afecte me da mucho miedo porque he visto a mucha gente romperse que trabaja en televisión y en publicidad. Personas en las que, de repente, su salud mental se resquebraja por alguna grieta y dices: “¡Ostras, el precipicio estaba más cerca de lo que pensaba!”. A lo mejor un día me rompo, no lo descarto.P. Me cuesta creer que nunca se le haya ido el estrés de las manos…R. Jamás. He vivido situaciones dificilísimas a nivel profesional, público o sentimental, pero siempre he tenido la sensación de que iba a salir. En este trabajo, la gente que no tiene ego no sobrevive y eso significa aguantar todas las críticas. Es el parapeto que te pones ante la gente que no te quiere.P. ¿Y el narcisismo?R. Un narcisista cree que es el más guapo, el más brillante y jamás hace autocrítica. Yo no me considero el mejor del mundo en nada.P. Sin embargo, da una imagen de tío prepotente.R. La gente me etiqueta así porque la seguridad asusta y la confunden con la prepotencia. El problema lo tienen ellos…Que este ritmo afecte a mi salud mental me da mucho miedo. A lo mejor un día me rompo”P. Con el tiempo, ¿lleva peor la falta de anonimato?R. Te acostumbras, pero no lo llevas bien. La fama es llegar a un sitio y que todo el mundo sepa más de ti que tú de los demás. Siempre partes en inferioridad de condiciones. Esto puede sonar a niño rico quejándose, pero es una putada. La gente que ansía el reconocimiento público no es consciente de todo lo que se pierde. Me encantaría que los programas que hago se guardasen en un cajón y que nadie los viera. Un amigo guionista me dijo una vez que “la gente deja de madurar a la edad a la que se hace famosa”.P. O sea que sigue teniendo 32 años.R. Esa es la teoría. En la práctica, depende de quién te rodees. Sobre todo, si te juntas con gente que solo te dice lo bien que lo haces. Yo no he abandonado a mis amigos de toda mi vida y ellos nunca me han abandonado a mí, que era lo más fácil. Cuando me hice famoso, les dije: “A partir de ahora, si me vuelvo un gilipollas, la culpa será vuestra porque no me habréis avisado”. Y hasta hoy no me han dicho que sea más gilipollas que antes.P. Pero sí le dicen que ha vivido muchas vidas.R. Sí. Porque en la vida tienes dos caminos. Saber mucho de muy poco o saber casi nada de casi todo. Yo elegí la segunda opción y eso implica un cambio vital cada dos por tres. Me encanta saber, conocer, explorar, investigar. Sería incapaz de especializarme en algo…P. ¿En cuál de ellas ha sido más feliz?R. [Hace una pausa larguísima]. Te diría que ahora, de verdad. Quizás, lo único que me falta es alguien con quien compartirlo. Tener una pareja para mí es muy importante y esto es la primera vez que me ocurre en mucho tiempo, pero, incluso eso, lo estoy disfrutando.P. ¿Huye del pasado?R. Es que no tengo memoria. Por eso, soy brutalmente honesto. Digo la verdad no por una cuestión moral, sino porque no tengo capacidad para recordar lo que dije o lo que no. Del pasado me acuerdo de cosas positivas, así que supongo que sí, que eso es una manera de huir del pasado.Soy más feliz que nunca, pero me falta alguien con quien compartirlo”P. Ha escrito mucho sobre relaciones de pareja.R. Es que la vida no es ni el destino ni el camino, sino la compañía. Soy un romántico empedernido. Me encanta aterrizar en cualquier ciudad y enviar el mensaje de: “Cariño, ya he aterrizado”. Ahora mis amigos me dicen: “Envíamelo a mí” [Se ríe].P. ¿Qué lección dejaría a sus hijos sobre el amor?R. Siempre les digo dos cosas. Una es mi frase “crecer es aprender a despedirse”. Y también les advierto de que no busquen buenas novias, que busquen buenas exparejas. Porque novia será un rato, pero una ex lo es para toda la vida.P. Eso es muy difícil, nunca sabes cómo va a reaccionar alguien herido…R. Tienes muchas pistas. ¿Cómo habla de sus exparejas? ¿Qué ha hecho con ellos? ¿Cómo se ha llevado con sus familias? En una entrevista de trabajo siempre se pregunta por qué esa persona se fue de su último puesto, pero para saber si es la mujer de nuestra vida no preguntamos por qué rompió con su última relación.P. Se preocupa mucho por la bondad de sus hijos.R. Sí, en una de mis rupturas sentimentales, mi hijo Julio me hizo de psicólogo. Siempre le he tratado como mi mejor amigo, aunque no haya dejado de ser su padre. Tras contarle la historia tal cual, su reflexión fue: “Papi, alguien que no se quiere a sí mismo nunca te podrá querer”.P. Ahora produce los programas que antes solo presentaba. ¿Le tratan diferente sus compañeros?R. Mmm, es normal. Porque, de la noche a la mañana, tienen que negociar una subida de sueldo conmigo, pero, en Mediaset, puedo hacer lo que me dé la gana y no tengo ninguna cortapisa ideológica siempre y cuando dé audiencia. Sé que el día que eso no pase, me enviarán a casa.P. Le gusta poner a los políticos contra las cuerdas, incluso a colaboradores de su programa como José Luis Ábalos o Esperanza Aguirre. ¿Le molesta que le llamen periodista?R. No, para nada. No soy periodista, pero utilizo el periodismo. En el sector de los medios, hay mucha autorreferencia y respeto a que nadie se pise la manguera. Como soy un outsider y sé que nunca me van a dar el Ondas, no tengo que hacerle la pelota a nadie. En este país, si no te pones una camiseta ideológica, estás solo.P. ¿De verdad va a desaparecer de la tele?R. Sí, y con mucho gusto además. Tengo pensado el margen temporal, pero no quiero avisar a nadie. Un día quiero que se me caiga el boli y decir: “Ya, hasta aquí”. Seguir leyendo
Risto Mejide (Barcelona, 49 años) es insensible a una presión que a cualquiera le pondría el cortisol por las nubes. Pero, cuando nadie (o casi nadie) le ve, se muestra vulnerable. Desarmado ante el vacile de sus amigos de toda la vida. Ante la enésima partida de ajedrez a la que le gana su hijo. O ante la mirada de una persona con la que sabe que va a conectar. Por eso, nunca cena con políticos. “Huyo de que me caiga bien la gente con la que trabajo porque sé que entonces no sería objetivo”, admite. Se encierra en casa después de Todo es mentira, el buque insignia de Cuatro. Se pone el pijama y lee un rato antes de cenar. Es su momento de paz ahora que libra una nueva batalla: la de ser productor. Otra faceta de una colección de vidas que atesora con tanto celo como el ancla junto a la que jugó de niño.
Pregunta. Cree que escribir es lo que mejor hace, pero todo su tiempo va a la tele. Qué paradoja, ¿no?
Respuesta. Me gusta vivir muy bien y escribir no está bien remunerado. Es así de crudo y sencillo. Con el programa, gano lo que un escritor de éxito. ¡Imagínate ahora que estoy presentando tres! He decidido priorizar la profesión más rentable hasta que tenga mi vida solucionada y la de mis hijos.
P. Muy utilitarista…
R. Sí, lo soy. Estoy hipotecando unos años de mi vida y, aunque comunicar en televisión me gusta y divierte, tiene los días contados.
P. ¿En serio?
R. Sí, dieciocho años a este nivel tan alto de exposición… No encontrarás a tanta gente que aguante. Echo mucho de menos la intimidad y el anonimato. Poder quedar con alguien y que al día siguiente no me hayan hecho una foto y salga en todos los lados diciendo que es mi nueva ilusión, simplemente porque haya ido a tomar un café.
Soy un outsider del periodismo y no tengo que hacerle la pelota a nadie”
P. Vive a un ritmo muy exigente, pero no parece afectarle demasiado.
R. Que me afecte me da mucho miedo porque he visto a mucha gente romperse que trabaja en televisión y en publicidad. Personas en las que, de repente, su salud mental se resquebraja por alguna grieta y dices: “¡Ostras, el precipicio estaba más cerca de lo que pensaba!”. A lo mejor un día me rompo, no lo descarto.
P. Me cuesta creer que nunca se le haya ido el estrés de las manos…
R. Jamás. He vivido situaciones dificilísimas a nivel profesional, público o sentimental, pero siempre he tenido la sensación de que iba a salir. En este trabajo, la gente que no tiene ego no sobrevive y eso significa aguantar todas las críticas. Es el parapeto que te pones ante la gente que no te quiere.
P. ¿Y el narcisismo?
R. Un narcisista cree que es el más guapo, el más brillante y jamás hace autocrítica. Yo no me considero el mejor del mundo en nada.
P. Sin embargo, da una imagen de tío prepotente.
R. La gente me etiqueta así porque la seguridad asusta y la confunden con la prepotencia. El problema lo tienen ellos…
Que este ritmo afecte a mi salud mental me da mucho miedo. A lo mejor un día me rompo”
P. Con el tiempo, ¿lleva peor la falta de anonimato?
R. Te acostumbras, pero no lo llevas bien. La fama es llegar a un sitio y que todo el mundo sepa más de ti que tú de los demás. Siempre partes en inferioridad de condiciones. Esto puede sonar a niño rico quejándose, pero es una putada. La gente que ansía el reconocimiento público no es consciente de todo lo que se pierde. Me encantaría que los programas que hago se guardasen en un cajón y que nadie los viera. Un amigo guionista me dijo una vez que “la gente deja de madurar a la edad a la que se hace famosa”.
P. O sea que sigue teniendo 32 años.
R. Esa es la teoría. En la práctica, depende de quién te rodees. Sobre todo, si te juntas con gente que solo te dice lo bien que lo haces. Yo no he abandonado a mis amigos de toda mi vida y ellos nunca me han abandonado a mí, que era lo más fácil. Cuando me hice famoso, les dije: “A partir de ahora, si me vuelvo un gilipollas la culpa será vuestra porque no me habréis avisado”. Y hasta hoy no me han dicho que sea más gilipollas que antes.
P. Pero sí le dicen que ha vivido muchas vidas.
R. Sí. Porque en la vida tienes dos caminos. Saber mucho de muy poco o saber casi nada de casi todo. Yo elegí la segunda opción y eso implica un cambio vital cada dos por tres. Me encanta saber, conocer, explorar, investigar. Sería incapaz de especializarme en algo…
P. ¿En cuál de ellas ha sido más feliz?
R. [Hace una pausa larguísima]. Te diría que ahora, de verdad. Quizás, lo único que me falta es alguien con quien compartirlo. Tener una pareja para mí es muy importante y esto es la primera vez que me ocurre en mucho tiempo, pero, incluso eso, lo estoy disfrutando.
P. ¿Huye del pasado?
R. Es que no tengo memoria. Por eso, soy brutalmente honesto. Digo la verdad no por una cuestión moral sino porque no tengo capacidad para recordar lo que dije o lo que no. Del pasado me acuerdo de cosas positivas, así que supongo que sí, que eso es una manera de huir del pasado.
Soy más feliz que nunca, pero me falta alguien con quien compartirlo”
P. Ha escrito mucho sobre relaciones de pareja.
R. Es que la vida no es ni el destino ni el camino sino la compañía. Soy un romántico empedernido. Me encanta aterrizar en cualquier ciudad y enviar el mensaje de: “Cariño, ya he aterrizado”. Ahora mis amigos me dicen: “Envíamelo a mí” [Se ríe].
P. ¿Qué lección dejaría a sus hijos sobre el amor?
R. Siempre les digo dos cosas. Una es mi frase “crecer es aprender a despedirse”. Y también les advierto de que no busquen buenas novias, que busquen buenas exparejas. Porque novia será un rato, pero una ex lo es para toda la vida.
P. Eso es muy difícil, nunca sabes cómo va a reaccionar alguien herido…
R. Tienes muchas pistas. ¿Cómo habla de sus exparejas? ¿Qué ha hecho con ellos? ¿Cómo se ha llevado con sus familias? En una entrevista de trabajo siempre se pregunta por qué esa persona se fue de su último puesto, pero para saber si es la mujer de nuestra vida no preguntamos por qué rompió con su última relación.
P. Se preocupa mucho por la bondad de sus hijos.
R. Sí, en una de mis rupturas sentimentales, mi hijo Julio me hizo de psicólogo. Siempre le he tratado como mi mejor amigo, aunque no haya dejado de ser su padre. Tras contarle la historia tal cual, su reflexión fue: “Papi, alguien que no se quiere a sí mismo nunca te podrá querer”.
Risto Mejide produce ahora todos los programas que antes solo presentaba. Claudio Álvarez
P. Ahora produce los programas que antes solo presentaba. ¿Le tratan diferente sus compañeros?
R. Mmm, es normal. Porque, de la noche a la mañana, tienen que negociar una subida de sueldo conmigo, pero, en Mediaset, puedo hacer lo que me dé la gana y no tengo ninguna cortapisa ideológica siempre y cuando dé audiencia. Sé que el día que eso no pase, me enviarán a casa.
P. Le gusta poner a los políticos contra las cuerdas, incluso a colaboradores de su programa como José Luis Ábalos o Esperanza Aguirre. ¿Le molesta que le llamen periodista?
R. No, para nada. No soy periodista, pero utilizo el periodismo. En el sector de los medios, hay mucha autorreferencia y respeto a que nadie se pise la manguera. Como soy un outsider y sé que nunca me van a dar el Ondas no tengo que hacerle la pelota a nadie. En este país, si no te pones una camiseta ideológica, estás solo.
P. ¿De verdad va a desaparecer de la tele?
R. Sí, y con mucho gusto además. Tengo pensado el margen temporal, pero no quiero avisar a nadie. Un día quiero que se me caiga el boli y decir: “Ya, hasta aquí”.