La cubana Claudia Muñiz se estrena como novelista con rom com (abreviatura de “romantic comedy”), retrato de algunos infiernos personales, muy en la estela de lo que leemos en la prensa de “sucesos”. También airea modelos de amistad entre mujeres, además de la búsqueda del amor ideal. Lydia es una joven candidata a actriz. Vive en Cuba, está casada. Este matrimonio acaba de finalizar por el maltrato que le inflige su marido, incurriendo este en el consabido ejercicio de excusas y perdones y la promesa de “nunca volverá a suceder”. Un día decide marchar a Nueva York en busca no solo de trabajo, sino sobre todo para curar sus heridas.
A esta se suma la relación tempestuosa con su mejor amiga. El intento de reconciliación entre ellas atraviesa la novela, casi más que las agresiones de su marido. Aparece también una antigua pareja en busca de apoyo. Y un italiano en el aeropuerto que la llevará de Nueva York a Madrid, para ella su tierra de promisión. Ese romance fugaz, apenas horas, no tiene más futuro que el recuerdo cicatrizante de las heridas pasadas. Hay también una muerte, la de su padre, y una relación más intermitente con su madre.
Hay algunos fragmentos no traducidos, lo cual llevará al lector si no conoce el inglés a consultar una gramática.
Esta es la línea argumental. O mejor dicho, lo que yo pude inteligir de su lectura. Sé que tal vez debiera haberla leído un par de veces para captar el grueso de su peripecia. Me explico: rom com está escrita con una taxativa convicción en la mezcla idiomática, con extensos párrafos en inglés y su traducción al castellano entre paréntesis. Hay algunos fragmentos no traducidos, lo cual llevará al lector si no conoce el inglés a consultar una gramática. Todo ello retarda la comprensión de lo que se nos relata, sumado el hecho de que algunos tramos la autora fusiona la primera persona con la narración omnipresente. Los tiempos y los espacios no están bien delineados, sumado a todo ello la cantidad de nombres propios, paréntesis y capítulos como desprendidos del hilo argumental, como si pertenecieran a otra novela. Donde Muñiz logra más transparencia y fluidez narrativa, su escritura aflora con sutileza e inteligente ironía.
La narrativa de la autora cubana, que apuesta por la mezcla idiomática entre inglés y castellano, aflora con sutileza e inteligente ironía en los tramos con más transparencia y fluidez
La cubana Claudia Muñiz se estrena como novelista con rom com (abreviatura de “romantic comedy”), retrato de algunos infiernos personales, muy en la estela de lo que leemos en la prensa de “sucesos”. También airea modelos de amistad entre mujeres, además de la búsqueda del amor ideal. Lydia es una joven candidata a actriz. Vive en Cuba, está casada. Este matrimonio acaba de finalizar por el maltrato que le inflige su marido, incurriendo este en el consabido ejercicio de excusas y perdones y la promesa de “nunca volverá a suceder”. Un día decide marchar a Nueva York en busca no solo de trabajo, sino sobre todo para curar sus heridas.
A esta se suma la relación tempestuosa con su mejor amiga. El intento de reconciliación entre ellas atraviesa la novela, casi más que las agresiones de su marido. Aparece también una antigua pareja en busca de apoyo. Y un italiano en el aeropuerto que la llevará de Nueva York a Madrid, para ella su tierra de promisión. Ese romance fugaz, apenas horas, no tiene más futuro que el recuerdo cicatrizante de las heridas pasadas. Hay también una muerte, la de su padre, y una relación más intermitente con su madre.
Hay algunos fragmentos no traducidos, lo cual llevará al lector si no conoce el inglés a consultar una gramática.
Esta es la línea argumental. O mejor dicho, lo que yo pude inteligir de su lectura. Sé que tal vez debiera haberla leído un par de veces para captar el grueso de su peripecia. Me explico: rom com está escrita con una taxativa convicción en la mezcla idiomática, con extensos párrafos en inglés y su traducción al castellano entre paréntesis. Hay algunos fragmentos no traducidos, lo cual llevará al lector si no conoce el inglés a consultar una gramática. Todo ello retarda la comprensión de lo que se nos relata, sumado el hecho de que algunos tramos la autora fusiona la primera persona con la narración omnipresente. Los tiempos y los espacios no están bien delineados, sumado a todo ello la cantidad de nombres propios, paréntesis y capítulos como desprendidos del hilo argumental, como si pertenecieran a otra novela. Donde Muñiz logra más transparencia y fluidez narrativa, su escritura aflora con sutileza e inteligente ironía.
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