El Museo de la ciudad de Toyota, en Japón, levantado con madera de cedro y capaz de acumular la energía con la que funciona, está diseñado para transformarse fácilmente en un centro de acogida durante tsunamis o huracanes
La madera, como el bambú e incluso los tubos de papel, es el material constructivo más empleado por el arquitecto japonés Shigeru Ban desde que, en 1985, abriera su propio estudio. La oficina, que él comenzara individualmente ideando soluciones para situaciones de emergencia, no ha dejado de levantar refugios en zonas catastróficas —ni de mostrar cómo levantarlos rápida, económica y racionalmente— a pesar de que hoy, con 80 empleados, se encarga también de repensar soluciones domésticas y de levantar algunos de los museos más conocidos del mundo como el de Aspen, en Colorado, o el Centro Pompidou de Metz, en Francia.
En Toyota, Ban y su equipo han concluido este año el museo de la ciudad, que es a la vez una rehabilitación de un antiguo instituto de enseñanza media de la ciudad, una muestra del ideario de Ban para reducir las emisiones de carbono y buscar el ahorro energético. Lo hace aislando sus edificios y construyendo con materiales de kilómetro cero, y una propuesta para un urbanismo que une edificios, en lugar de acumular inmuebles aislados.
Así, el museo, le ha dado la vuelta al antiguo inmueble escolar para unirse al museo de arte vecino, proyectado por Yoshio Taniguchi e inaugurado en 1995. La unión entre los edificios la propicia un jardín común en forma de robledal ideado por el estudio del norteamericano Peter Walker, que cose ambos edificios en un único complejo.
El nuevo museo de la ciudad corre así paralelo al existente museo de arte y acerca a él gracias al uso de una gigantesca marquesina de cedro que, como una loggia, rodea el nuevo edificio, lo protege del sol y de la lluvia y lo adentra al jardín.
Es ese gran voladizo de cedro lo que conecta la serenidad minimalista del museo de arte con la forma dinámica del nuevo centro. Esa cubierta vegetal traza así un puente entre lo construido y lo sembrado y entre edificios a los que separan 30 años de modas y prioridades arquitectónicas.
En los grandes proyectos de Ban queda la huella de los pequeños: los módulos constructivos, la combinación de ingenio, artesanía e industria, la preocupación por el ahorro energético, la facilidad y rapidez constructiva, el ingenio de idear los sistemas para hacerlo y la utilización, también con frecuencia ingeniosa, de materiales kilómetro cero. Este museo es el primero del mundo que recibe la calificación ZEB (edificio de consumo nulo que produce, o acumula, la energía que precisa para funcionar).
Sin embargo, su mayor logro no es energético ni estético, sino funcional. Es cierto que el voladizo es un espacio de encuentro para los ciudadanos, pero además, todo el inmueble puede, en pocas horas, convertirse en un centro para tratar emergencias climáticas, adoptando diversidad de usos: desde alojamientos temporales hasta oficinas o almacén.
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La madera, como el bambú e incluso los tubos de papel, es el material constructivo más empleado por el arquitecto japonés Shigeru Ban desde que, en 1985, abriera su propio estudio. La oficina, que él comenzara individualmente ideando soluciones para situaciones de emergencia, no ha dejado de levantar refugios en zonas catastróficas —ni de mostrar cómo levantarlos rápida, económica y racionalmente— a pesar de que hoy, con 80 empleados, se encarga también de repensar soluciones domésticas y de levantar algunos de los museos más conocidos del mundo como el de Aspen, en Colorado, o el Centro Pompidou de Metz, en Francia.