El inicio de la trayectoria intelectual de Jorge Alemán (Buenos Aires, 74 años) está en la poesía: “Es la primera vez que, sin proponérmelo, me encuentro textos que debo descifrar, que me presentan obstáculos muy serios”. Es ahí cuando se aficiona a los textos difíciles y comienza el camino que le llevaría al “cuatripartito” que le ha guiado: Marx (que le atrapó “como a todos los jóvenes de los años setenta”), Freud, Heidegger y Lacan. El ensayista, profesor honorario de la Universidad de Buenos Aires, residente en Madrid desde su exilio a los 25 años, donde ha ejercido como consejero cultural de la Embajada Argentina, ha utilizado la herramienta del psicoanálisis para entender el mundo, especialmente la política, desde una perspectiva de izquierdas.
Hace apenas dos meses ha publicado Ultraderechas: Notas sobre la nueva deriva neoliberal. Y también ha visto la luz en 2025 Punto de emancipación, donde recoge, en coedición con el empresario Papo Kling, sus videopodcast con Franco Bifo Berardi, Clara Serra, Chantal Mouffe, Amador Fernández-Savater, o Pablo Iglesias. Ambos publicados por NED Ediciones.
Recibe en El Rincón, Malasaña, un bar donde, a pesar de la gentrificación y la turistificación, Alemán asegura que puede seguir practicando la vida de barrio.
Pregunta. Le empezaron a interesar pronto los textos que deben ser descifrados.
Respuesta. Con 19 años leí Las palabras y las cosas, de Foucault y los Escritos de Lacan. Después salí a la calle y vi todo escrito: la ciudad estaba escrita. Yo había prestado atención a los significados (“Viva la unidad popular” o “Viva la resistencia del pueblo”) pero, de pronto, ver la combinatoria entre significante y significado me hizo pensar en la materialidad del discurso de otra manera. Entonces me empezaron a interesar aquellos que se resistían a que el sentido se difundiera rápidamente. Si un sentido se hace demasiado evidente se erosiona con rapidez.
P. Textos difíciles, pero no oscurecidos a propósito…
R. Sí, claro. En Lacan, por ejemplo, la explicación de la vida me parece muy próxima, muy sensata. Qué es un goce que no consista en procurar satisfacción, la necesidad de que la política exija entender la subjetividad, la vinculación de la política con el narcisismo, la relación de la paranoia con la constitución de las masas… Creo haber entendido muchos fenómenos de época gracias a eso.
P. ¿Cuál es la relación entre el psicoanálisis y la política?
R. Hay una tendencia en la izquierda a pensar que todos los problemas humanos provienen de una sociedad injusta. Freud, en El malestar en la cultura, no duda de que los bolcheviques puedan hacer una economía más justa, pero tiene claro que no lograrán transformar al ser humano y su relación con la felicidad. No todo lo que le ocurre al sujeto se deriva de las estructuras sociales de represión. Esto lleva a la confusión a algunos sectores de la izquierda, del feminismo, de lo LGTBI: confundir la represión social con la del inconsciente.
P. Se dan fuertes críticas al psicoanálisis: que es una práctica obsoleta, que es pseudociencia…
R. Desde que comencé a los 18 años el psicoanálisis es transhistórico y se ocupa del retorno de lo reprimido en los síntomas epocales: tiene que ver con lo que construimos de nosotros mismos desde la memoria, y con límites inconmovibles del ser humano. Otros discursos se proponen una empresa de mejora y progreso: el psicoanálisis no. Y no es una ciencia. Se ocupa de todo aquello que la ciencia deshecha: los sueños, los lapsus, las pasiones insensatas, el amor en estado de confusión. Pero eso le abre a otra verdad. Permite conocernos a nosotros mismos a través del mundo. Y saber dónde uno está situado con respecto a los lazos sociales.
P. Dice usted que Tánatos, la pulsión de muerte, está en la base de la ultraderecha.
R. La ultraderecha ahora no oculta nada: muestra el odio, solo habla de lo que quiere destruir… En la película La matanza de Texas, de 1974, la motosierra era un instrumento para torturar, en particular a mujeres, y ahora se ha convertido en un elemento de campaña, como en el caso de Milei. Hasta se la regaló a Musk.
P. Esa pulsión de muerte también se refleja en el actual panorama bélico.
R. Freud decía que los medios de contención a esa pulsión de muerte eran muy frágiles. Se preguntaba si iba a ganar Eros o Tánatos, y da la impresión de que va ganando Tánatos. Por más que uno repare en las cuestiones geopolíticas, estratégicas y económicas, es evidente que hay una pasión desatada por destruirlo todo.
P. ¿Qué puede frenar eso?
R. El amor, el deseo… aunque relativamente. No son suficientemente sólidos. La pulsión de muerte cuenta con algo esencial: no solo la voluntad de destruirlo todo, sino el destruirme a mí mismo con tal de destruir al otro. Eso es muy poderoso.
P. ¿Hacia dónde nos lleva?
R. Yo creo que la ultraderecha que viene no es como los fascismos históricos, que son reflexivos y con movimientos de masas, sino que implica una destrucción absoluta de la verdad, un nihilismo donde la verdad ya no juegue ningún papel. Cualquiera podrá ser menoscabado de cualquier manera.
P. ¿Si la ultraderecha es Tánatos, la izquierda debería ser Eros?
R. Debería serlo. Pero es que la izquierda en el interior del capitalismo no tiene una propuesta donde verdaderamente ejerza como hija de la Revolución. Eso implicaba un sujeto histórico, una transformación. Hace rato que la izquierda habla de mejorar la vida: es paliativa.
P. Cuando la izquierda habla de amor le dicen que es “cuqui”.
R. Está la crítica del wokismo, pero no estoy de acuerdo en que sea cuqui, porque el wokismo también salió de un montón de luchas, de cárceles, de persecuciones. Hay fuertes disturbios raciales en Estados Unidos. Pero sí pienso que a la izquierda le falta cierta autoridad. Esto tiene que ver con el miedo a ser acusada de autoritaria, por el desgaste del estalinismo… pero va a tener que mostrar un cierto perfil de autoridad.
P. Se dice que lo woke disgrega a la izquierda.
R. Se le critica por olvidar lo importante: la explotación, la plusvalía… Yo creo que no es así. Ahí está el gran reto de la izquierda: ser capaz de articular lo heterogéneo. Y ser capaz de construir así hegemonía. Esta es la idea de pueblo de Ernesto Laclau, del que fui amigo.
P. ¿Cómo lidia el deseo con el capitalismo?
R. El capitalismo sabe muy bien que el deseo está insatisfecho y es imposible de realizar. El error del campo socialista fue intentar reducir todo a la necesidad: cuando las necesidades estuvieran cubiertas la gente no iba a desear nada más. Pero la necesidad cubierta es lo que da la plataforma para el deseo: es entonces cuando queremos otras cosas. Y ese querer otra cosa, que no para de crecer, es lo que ha exacerbado el capitalismo. Ha colonizado esa insatisfacción.
El inicio de la trayectoria intelectual de Jorge Alemán (Buenos Aires, 74 años) está en la poesía: “Es la primera vez que, sin proponérmelo, me encuentro textos que debo descifrar, que me presentan obstáculos muy serios”. Es ahí cuando se aficiona a los textos difíciles y comienza el camino que le llevaría al “cuatripartito” que le ha guiado: Marx (que le atrapó “como a todos los jóvenes de los años setenta”), Freud, Heidegger y Lacan. El ensayista, profesor honorario de la Universidad de Buenos Aires, residente en Madrid desde su exilio a los 25 años, donde ha ejercido como consejero cultural de la Embajada Argentina, ha utilizado la herramienta del psicoanálisis para entender el mundo, especialmente la política, desde una perspectiva de izquierdas.Hace apenas dos meses ha publicado Ultraderechas: Notas sobre la nueva deriva neoliberal. Y también ha visto la luz en 2025 Punto de emancipación, donde recoge, en coedición con el empresario Papo Kling, sus videopodcast con Franco Bifo Berardi, Clara Serra, Chantal Mouffe, Amador Fernández-Savater, o Pablo Iglesias. Ambos publicados por NED Ediciones.Recibe en El Rincón, Malasaña, un bar donde, a pesar de la gentrificación y la turistificación, Alemán asegura que puede seguir practicando la vida de barrio.Pregunta. Le empezaron a interesar pronto los textos que deben ser descifrados.Respuesta. Con 19 años leí Las palabras y las cosas, de Foucault y los Escritos de Lacan. Después salí a la calle y vi todo escrito: la ciudad estaba escrita. Yo había prestado atención a los significados (“Viva la unidad popular” o “Viva la resistencia del pueblo”) pero, de pronto, ver la combinatoria entre significante y significado me hizo pensar en la materialidad del discurso de otra manera. Entonces me empezaron a interesar aquellos que se resistían a que el sentido se difundiera rápidamente. Si un sentido se hace demasiado evidente se erosiona con rapidez.P. Textos difíciles, pero no oscurecidos a propósito…R. Sí, claro. En Lacan, por ejemplo, la explicación de la vida me parece muy próxima, muy sensata. Qué es un goce que no consista en procurar satisfacción, la necesidad de que la política exija entender la subjetividad, la vinculación de la política con el narcisismo, la relación de la paranoia con la constitución de las masas… Creo haber entendido muchos fenómenos de época gracias a eso.P. ¿Cuál es la relación entre el psicoanálisis y la política?R. Hay una tendencia en la izquierda a pensar que todos los problemas humanos provienen de una sociedad injusta. Freud, en El malestar en la cultura, no duda de que los bolcheviques puedan hacer una economía más justa, pero tiene claro que no lograrán transformar al ser humano y su relación con la felicidad. No todo lo que le ocurre al sujeto se deriva de las estructuras sociales de represión. Esto lleva a la confusión a algunos sectores de la izquierda, del feminismo, de lo LGTBI: confundir la represión social con la del inconsciente.P. Se dan fuertes críticas al psicoanálisis: que es una práctica obsoleta, que es pseudociencia…R. Desde que comencé a los 18 años el psicoanálisis es transhistórico y se ocupa del retorno de lo reprimido en los síntomas epocales: tiene que ver con lo que construimos de nosotros mismos desde la memoria, y con límites inconmovibles del ser humano. Otros discursos se proponen una empresa de mejora y progreso: el psicoanálisis no. Y no es una ciencia. Se ocupa de todo aquello que la ciencia deshecha: los sueños, los lapsus, las pasiones insensatas, el amor en estado de confusión. Pero eso le abre a otra verdad. Permite conocernos a nosotros mismos a través del mundo. Y saber dónde uno está situado con respecto a los lazos sociales.P. Dice usted que Tánatos, la pulsión de muerte, está en la base de la ultraderecha.R. La ultraderecha ahora no oculta nada: muestra el odio, solo habla de lo que quiere destruir… En la película La matanza de Texas, de 1974, la motosierra era un instrumento para torturar, en particular a mujeres, y ahora se ha convertido en un elemento de campaña, como en el caso de Milei. Hasta se la regaló a Musk.P. Esa pulsión de muerte también se refleja en el actual panorama bélico.R. Freud decía que los medios de contención a esa pulsión de muerte eran muy frágiles. Se preguntaba si iba a ganar Eros o Tánatos, y da la impresión de que va ganando Tánatos. Por más que uno repare en las cuestiones geopolíticas, estratégicas y económicas, es evidente que hay una pasión desatada por destruirlo todo.P. ¿Qué puede frenar eso?R. El amor, el deseo… aunque relativamente. No son suficientemente sólidos. La pulsión de muerte cuenta con algo esencial: no solo la voluntad de destruirlo todo, sino el destruirme a mí mismo con tal de destruir al otro. Eso es muy poderoso.P. ¿Hacia dónde nos lleva?R. Yo creo que la ultraderecha que viene no es como los fascismos históricos, que son reflexivos y con movimientos de masas, sino que implica una destrucción absoluta de la verdad, un nihilismo donde la verdad ya no juegue ningún papel. Cualquiera podrá ser menoscabado de cualquier manera.P. ¿Si la ultraderecha es Tánatos, la izquierda debería ser Eros?R. Debería serlo. Pero es que la izquierda en el interior del capitalismo no tiene una propuesta donde verdaderamente ejerza como hija de la Revolución. Eso implicaba un sujeto histórico, una transformación. Hace rato que la izquierda habla de mejorar la vida: es paliativa.P. Cuando la izquierda habla de amor le dicen que es “cuqui”.R. Está la crítica del wokismo, pero no estoy de acuerdo en que sea cuqui, porque el wokismo también salió de un montón de luchas, de cárceles, de persecuciones. Hay fuertes disturbios raciales en Estados Unidos. Pero sí pienso que a la izquierda le falta cierta autoridad. Esto tiene que ver con el miedo a ser acusada de autoritaria, por el desgaste del estalinismo… pero va a tener que mostrar un cierto perfil de autoridad.P. Se dice que lo woke disgrega a la izquierda.R. Se le critica por olvidar lo importante: la explotación, la plusvalía… Yo creo que no es así. Ahí está el gran reto de la izquierda: ser capaz de articular lo heterogéneo. Y ser capaz de construir así hegemonía. Esta es la idea de pueblo de Ernesto Laclau, del que fui amigo.P. ¿Cómo lidia el deseo con el capitalismo?R. El capitalismo sabe muy bien que el deseo está insatisfecho y es imposible de realizar. El error del campo socialista fue intentar reducir todo a la necesidad: cuando las necesidades estuvieran cubiertas la gente no iba a desear nada más. Pero la necesidad cubierta es lo que da la plataforma para el deseo: es entonces cuando queremos otras cosas. Y ese querer otra cosa, que no para de crecer, es lo que ha exacerbado el capitalismo. Ha colonizado esa insatisfacción. Seguir leyendo
El inicio de la trayectoria intelectual de Jorge Alemán (Buenos Aires, 74 años) está en la poesía: “Es la primera vez que, sin proponérmelo, me encuentro textos que debo descifrar, que me presentan obstáculos muy serios”. Es ahí cuando se aficiona a los textos difíciles y comienza el camino que le llevaría al “cuatripartito” que le ha guiado: Marx (que le atrapó “como a todos los jóvenes de los años setenta”), Freud, Heidegger y Lacan. El ensayista, profesor honorario de la Universidad de Buenos Aires, residente en Madrid desde su exilio a los 25 años, donde ha ejercido como consejero cultural de la Embajada Argentina, ha utilizado la herramienta del psicoanálisis para entender el mundo, especialmente la política, desde una perspectiva de izquierdas.
Hace apenas dos meses ha publicado Ultraderechas: Notas sobre la nueva deriva neoliberal. Y también ha visto la luz en 2025 Punto de emancipación, donde recoge, en coedición con el empresario Papo Kling, sus videopodcast con Franco Bifo Berardi, Clara Serra, Chantal Mouffe, Amador Fernández-Savater, o Pablo Iglesias. Ambos publicados por NED Ediciones.
Recibe en El Rincón, Malasaña, un bar donde, a pesar de la gentrificación y la turistificación, Alemán asegura que puede seguir practicando la vida de barrio.
Pregunta. Le empezaron a interesar pronto los textos que deben ser descifrados.
Respuesta. Con 19 años leí Las palabras y las cosas, de Foucault y los Escritos de Lacan. Después salí a la calle y vi todo escrito: la ciudad estaba escrita. Yo había prestado atención a los significados (“Viva la unidad popular” o “Viva la resistencia del pueblo”) pero, de pronto, ver la combinatoria entre significante y significado me hizo pensar en la materialidad del discurso de otra manera. Entonces me empezaron a interesar aquellos que se resistían a que el sentido se difundiera rápidamente. Si un sentido se hace demasiado evidente se erosiona con rapidez.
P. Textos difíciles, pero no oscurecidos a propósito…
R. Sí, claro. En Lacan, por ejemplo, la explicación de la vida me parece muy próxima, muy sensata. Qué es un goce que no consista en procurar satisfacción, la necesidad de que la política exija entender la subjetividad, la vinculación de la política con el narcisismo, la relación de la paranoia con la constitución de las masas… Creo haber entendido muchos fenómenos de época gracias a eso.
P. ¿Cuál es la relación entre el psicoanálisis y la política?
R. Hay una tendencia en la izquierda a pensar que todos los problemas humanos provienen de una sociedad injusta. Freud, en El malestar en la cultura, no duda de que los bolcheviques puedan hacer una economía más justa, pero tiene claro que no lograrán transformar al ser humano y su relación con la felicidad. No todo lo que le ocurre al sujeto se deriva de las estructuras sociales de represión. Esto lleva a la confusión a algunos sectores de la izquierda, del feminismo, de lo LGTBI: confundir la represión social con la del inconsciente.
P. Se dan fuertes críticas al psicoanálisis: que es una práctica obsoleta, que es pseudociencia…
R. Desde que comencé a los 18 años el psicoanálisis es transhistórico y se ocupa del retorno de lo reprimido en los síntomas epocales: tiene que ver con lo que construimos de nosotros mismos desde la memoria, y con límites inconmovibles del ser humano. Otros discursos se proponen una empresa de mejora y progreso: el psicoanálisis no. Y no es una ciencia. Se ocupa de todo aquello que la ciencia deshecha: los sueños, los lapsus, las pasiones insensatas, el amor en estado de confusión. Pero eso le abre a otra verdad. Permite conocernos a nosotros mismos a través del mundo. Y saber dónde uno está situado con respecto a los lazos sociales.
P. Dice usted que Tánatos, la pulsión de muerte, está en la base de la ultraderecha.
R. La ultraderecha ahora no oculta nada: muestra el odio, solo habla de lo que quiere destruir… En la película La matanza de Texas, de 1974, la motosierra era un instrumento para torturar, en particular a mujeres, y ahora se ha convertido en un elemento de campaña, como en el caso de Milei. Hasta se la regaló a Musk.
P. Esa pulsión de muerte también se refleja en el actual panorama bélico.
R. Freud decía que los medios de contención a esa pulsión de muerte eran muy frágiles. Se preguntaba si iba a ganar Eros o Tánatos, y da la impresión de que va ganando Tánatos. Por más que uno repare en las cuestiones geopolíticas, estratégicas y económicas, es evidente que hay una pasión desatada por destruirlo todo.
P. ¿Qué puede frenar eso?
R. El amor, el deseo… aunque relativamente. No son suficientemente sólidos. La pulsión de muerte cuenta con algo esencial: no solo la voluntad de destruirlo todo, sino el destruirme a mí mismo con tal de destruir al otro. Eso es muy poderoso.
P. ¿Hacia dónde nos lleva?
R. Yo creo que la ultraderecha que viene no es como los fascismos históricos, que son reflexivos y con movimientos de masas, sino que implica una destrucción absoluta de la verdad, un nihilismo donde la verdad ya no juegue ningún papel. Cualquiera podrá ser menoscabado de cualquier manera.
P. ¿Si la ultraderecha es Tánatos, la izquierda debería ser Eros?
R. Debería serlo. Pero es que la izquierda en el interior del capitalismo no tiene una propuesta donde verdaderamente ejerza como hija de la Revolución. Eso implicaba un sujeto histórico, una transformación. Hace rato que la izquierda habla de mejorar la vida: es paliativa.
P. Cuando la izquierda habla de amor le dicen que es “cuqui”.
R. Está la crítica del wokismo, pero no estoy de acuerdo en que sea cuqui, porque el wokismo también salió de un montón de luchas, de cárceles, de persecuciones. Hay fuertes disturbios raciales en Estados Unidos. Pero sí pienso que a la izquierda le falta cierta autoridad. Esto tiene que ver con el miedo a ser acusada de autoritaria, por el desgaste del estalinismo… pero va a tener que mostrar un cierto perfil de autoridad.
P. Se dice que lo woke disgrega a la izquierda.
R. Se le critica por olvidar lo importante: la explotación, la plusvalía… Yo creo que no es así. Ahí está el gran reto de la izquierda: ser capaz de articular lo heterogéneo. Y ser capaz de construir así hegemonía. Esta es la idea de pueblo de Ernesto Laclau, del que fui amigo.
P. ¿Cómo lidia el deseo con el capitalismo?
R. El capitalismo sabe muy bien que el deseo está insatisfecho y es imposible de realizar. El error del campo socialista fue intentar reducir todo a la necesidad: cuando las necesidades estuvieran cubiertas la gente no iba a desear nada más. Pero la necesidad cubierta es lo que da la plataforma para el deseo: es entonces cuando queremos otras cosas. Y ese querer otra cosa, que no para de crecer, es lo que ha exacerbado el capitalismo. Ha colonizado esa insatisfacción.
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