El ladrón, ya fallecido, trabajó en el Archivo Nacional de Países Bajos en 2015. El detective del arte, Artur Brand, ha contribuido a la recuperación del botín
Un hombre en apuros económicos y un amigo que le prestaba dinero protagonizan un imponente robo con final feliz de unos 25 manuscritos, libros y cartas datados entre 1445 y el siglo XIX, perpetrado en 2015 en el Archivo Nacional de Países Bajos. El ladrón, ya fallecido, trabajaba allí y no lograba devolverle el dinero a su benefactor. Así que, en prenda, le dejaba un auténtico cofre del tesoro, que iba sustrayendo de su lugar de trabajo y ha sido retornado este junio, según se ha hecho público este miércoles, con ayuda del conocido como detective del arte, Artur Brand.
Una parte del botín, fechada en el siglo XVII, está catalogada como patrimonio mundial de la UNESCO y se refiere a la Compañía de las Indias Orientales (VOC, por sus siglas originales), considerada la primera multinacional del mundo. Aparece además el cuaderno de bitácora del almirante Michiel de Ruyter, que cuenta la batalla del Cabo de San Vicente (Portugal) librada en 1641 contra los españoles hacia el final de la Guerra de los 80 años, la guerra de Flandes, que enfrentó a ambos países.
A Brand esta nueva aventura le ha hecho sentirse “como en La isla del tesoro de Robert Louis Stevenson”, y cuenta con pasión cómo sucedió todo. “Hace unos meses, recibí un correo electrónico de un desconocido que me decía que había encontrado una caja de mudanza en casa de un familiar”. El hombre estaba gravemente enfermo e incapacitado, y sus parientes tropezaron con el cajón mientras limpiaban el ático. Al ver que los documentos tenían sellos oficiales y parecían muy antiguos, “pidieron consejo a un antiguo profesor suyo del instituto”. Este reconoció de inmediato su valía y les aconsejó llamar al detective del arte. “Siempre digo que si alguien duda en acudir a la policía, pero cree que hay algo raro en un hallazgo, puede localizarme de manera anónima, y es lo que ha pasado ahora”, admite. Según sus atribulados interlocutores, el contenido de la caja era la garantía de que el amigo moroso de su pariente le devolvería las sumas prestadas. Pero nunca la reclamó.
Brand recibió algunas fotos, y dedujo que no había forma de que semejante conjunto hubiera sido obtenido legalmente. Después de investigar más a fondo, informó a la familia de que los objetos parecían robados, pero perdió el contacto con la persona que le llamó. Cuando lo recuperó, esta le insistió que, en tal caso, “no querían saber nada”, así que acordaron que le confiara la caja al experto. Un día la dejó en su casa, y el sujeto firmó un documento donde declaraba que si se trataba de un robo, lo entregaba todo para que Brand se asegurara “de que fuese devuelto a su legítimo propietario”.
Antes de proceder, Brand pasó tardes enteras leyendo unos documentos fascinantes, como el diario de navegación de Michiel de Ruyter, fechado entre 1640 y 1642. En su primera parte, describe un viaje a Brasil y las Indias Occidentales (Antillas Neerlandesas, en el Caribe). La segunda versa sobre “la batalla de San Vicente, en 1641, contra los españoles, que fue la primera experiencia de su clase del que sería uno de los almirantes más famosos de la historia”, recuerda.
El detective del arte siempre colabora con la policía, y se puso en contacto con Marijke de Jager, miembro del equipo de agentes de Ámsterdam dedicado a los robos de arte. Ella habló con el Archivo Nacional, con sede en La Haya, y para su sorpresa, “sus responsables suponían que tanto los libros como las cartas y los documentos estarían en algún lugar del edificio mal guardados”, sigue contando. Fue a principios de mayo, y resultó que la sustracción había pasado desapercibida durante una década. Los archiveros sabían que el material no estaba guardado en el sitio correspondiente, pero “un documento desaparecido solo se nota cuando alguien lo pide, ya sea en la sala de lectura, para un proyecto de digitalización o bien por un préstamo a otro centro”, indica, en un correo electrónico, Evy Elschot, portavoz del archivo.
En el mismo mensaje, recuerda que los documentos de la VOC forman parte de la colección desde hace 175 años, y los demás entre 50 y 100 años, “Tenemos 140 kilómetros de archivos, unos 15 millones de fotografías y 300.000 mapas y dibujos, así que es imposible inventariar por completo todo lo que está desaparecido”. Un robo, asegura, “resulta siempre de una combinación de factores y tratamos de reducir el riesgo de varias maneras, que no podemos comentar por motivos de seguridad”. Lo que sí confirma es que “la persona en cuestión trabajó temporalmente durante un año hace una década, y ha fallecido”. Y que “se han ido tomando medidas adicionales a lo largo del tiempo que se refuerzan cuando es necesario”. De todos modos, Elschot subraya que son “conscientes de que en una colección de esta envergadura el robo no puede prevenirse al 100%”. En 2023, seis libros antiguos del escritor ruso Aleksandr Pushkin fueron sustraídos de otra institución oficial del país, la Biblioteca Nacional.
En 1640, Portugal se rebeló contra los españoles, y las Provincias Unidas de los Países Bajos apoyaron a los primeros. De Ruyter estaba al mando del barco De Haze como contraalmirante, e incluye en su cuaderno detalles como la pérdida de algunos de sus marineros, caídos por la borda. Recoge asimismo el recibimiento que les dispensó el rey portugués, “y el encuentro de la flota neerlandesa con la española en Cádiz, protegida por la fortaleza de la ciudad, a la que decidió no atacar todavía”, dice Brand. En la espera, abordaron un barco pirata cuya tripulación “estaba borracha como bestias y disparaba sus cañones a través de la propia cubierta” en esas condiciones. El 4 de noviembre de 1641, “los barcos españoles aparecieron frente al cabo de San Vicente, al sur de Portugal, y la batalla comenzó a las 9:30 horas de la mañana”, según el relato de De Ruyter, leído por el detective. Tal fue la ferocidad “y la cobardía de algunos de sus compañeros capitanes”, que el contraalmirante juró no volver a servir en la marina. Siguió adelante, y destacó en las maniobras de abordaje y para romper la línea enemiga. Murió en 1676, durante la guerra franco-neerlandesa.
El informe de la primera reunión de la VOC, fundada en 1602, es otro de los documentos clave de este robo. La compañía monopolizó el comercio de especias procedentes de Asia y sentó las bases para la expansión colonial. Introdujo los primeros sistemas de acciones, contribuyendo al desarrollo del capitalismo, pero la prosperidad generada llevaba aparejada la explotación de las colonias y la esclavitud. Las actas secretas de los Estados Generales, la asamblea gobernante de la República Holandesa en 1592, comparable a un gobierno confederal, también estaban en la caja del ático. “Allí se tomaban las decisiones secretas sobre las guerras y las relaciones exteriores, y este libro está lleno de historias sobre este tumultuoso periodo”, asegura Brand.
Hace dos años, el caso de la desaparición de libros de autores rusos de la Biblioteca Nacional neerlandesa no fue un hecho aislado. Según Europol, la Oficina Europea de la Policía, entre 2022 y 2023, una banda actuó de igual manera en la República Checa, Estonia, Finlandia, Francia, Alemania, Letonia, Lituania, Polonia y Suiza. El valor de todos los volúmenes sustraídos se estimaba en 2,5 millones de euros. Su relevancia cultural no se puede cuantificar.
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Un hombre en apuros económicos y un amigo que le prestaba dinero protagonizan un imponente robo con final feliz de unos 25 manuscritos, libros y cartas datados entre 1445 y el siglo XIX, perpetrado en 2015 en el Archivo Nacional de Países Bajos. El ladrón, ya fallecido, trabajaba allí y no lograba devolverle el dinero a su benefactor. Así que, en prenda, le dejaba un auténtico cofre del tesoro, que iba sustrayendo de su lugar de trabajo y ha sido retornado este junio, según se ha hecho público este miércoles, con ayuda del conocido como detective del arte, Artur Brand.