Ralph Fiennes: “Cuando Ulises arma su arco se recompone a sí mismo”

El actor, que ha presentado en Barcelona su película sobre la ‘Odisea’, dice que va a seguir con especial interés el cónclave y que no ha olvidado al paciente inglés  

En el canto XXI de la Odisea, Ulises (Odiseo) se muestra como el único capaz de encordar y tensar su viejo arco para vencer en la prueba que le revela espectacularmente ante los pretendientes de su mujer y de su reino, a los que luego masacrará. Ese momento de reencuentro con la formidable arma es una de las cimas de Homero (y mira que tiene el bardo): “Así sin esfuerzo armó su gran arco Odiseo. Agarrando con la mano derecha el nervio (de la cuerda) lo probó. La cuerda resonó agudamente, con un chillido semejante al de una golondrina”. La escena es también emocionantísima y fundamental en El retorno, la extraordinaria película de Uberto Pasolini que recrea la parte final de la Odisea y que protagoniza Ralph Fiennes como un Ulises estragado, lleno de cicatrices físicas y morales, con los ojos llenos aún de la sangre de Troya, y que, sin embargo, recupera su integridad y su poder con el arco en sus manos.

En el filme, oculta todavía su identidad, el protagonista dice irónicamente al sostenerlo: “Uno no tiene todos los días la ocasión de probar el arco de Ulises”. Fiennes (Ipswich, Reino Unido, 62 años) sonríe levemente con una suerte de ferocidad homérica al pedirle, de arquero a arquero, que diga qué sintió al tomar el arco de Ulises en sus manos, aunque no fuera, claro, el de verdad.

“Es una buena pregunta, para mí el arco es un punto fundamental”, señala. “Tenemos a un hombre que viene de la guerra, herido física y psicológicamente, con dudas sobre su identidad y en un viaje en busca de un propósito. El arco es un símbolo muy potente. El de Ulises es un regalo de juventud, representa algo muy puro, la posibilidad del disparo certero, de alcanzar la diana, la oportunidad. Hay algo increíblemente definitivo en el arco. La personalidad perdida y rota de Ulises se recupera cuando toma el suyo. Al armarlo y dispararlo en un tiro perfecto se recompone a sí mismo, se alinea por dentro. Toma posesión de sí mismo. Ulises ha enterrado a tanta gente…, lo ves en la escena en la que visita la tumba de su padre. Estaba perdido y tensar el arco es reclamarse de nuevo como ser humano con un propósito y un destino”.

Fiennes, que el jueves por la noche presentó El retorno en el BCN Film Fest en una gala en los cines Verdi de Barcelona en la que le fue entregado el Premio de Honor del festival (recorrió en loor de multitud la alfombra roja entre gritos de “¡Ralph!”, “¡Ralph!”, e incluso un sentido “¡Ralph Papa!”, y un festivo “¡después del apagón, aquí llega Valdemort!”), recuerda con cariño el arco de la película, un arco largo, de cuerno, espectacular, “magnífico”.

El actor, entrevistado este mediodía en un hotel barcelonés junto a Pasolini (Roma, 68 años), evoca el momento -impresionante en la película- en que Ulises, dejando caer el manto, tensa el arco, lo dispara, vence la prueba, y entonces se coloca al hombro una aljaba llena de funestos dardos y apunta a los pretendientes (“a los pretendientes les inundó tremenda angustia y a todos se les cambió el color”, anota Homero). “Practiqué mucho la arquería. Se asustaron de verdad en el rodaje, y no me extraña”, ríe. “En la mayoría de los sets no notas el drama, todo se hace a trozos, pero en este set había mucha intensidad y ese momento fue tremendo”.

Para El retorno, en el que Fiennes vuelve a coincidir con Juliette Binoche (Penélope) tras Cumbres borrascosas y El paciente inglés (ahora, y valga la broma, la paciente es ella), el actor se ha sometido a un entrenamiento especial a fin de lograr un cuerpo que curiosamente es a la vez viejo, devastado, y nervudo y musculado: el cuerpo de un gran guerrero curtido en mil batallas. “Fui al gimnasio, pero sobre todo mi entrenador me mató de hambre”, explica Fiennes, que no obstante considera que la audiencia no solo lee la desesperación, el cansancio y la derrota de Ulises en su cuerpo, “sino especialmente en tus ojos, donde manifiestas tu alma”. El actor señala que con el director acordaron que la presencia física de Ulises debía ser muy elocuente. “Era muy importante que el exterior reflejara el interior, la dureza de las experiencias vividas, la violencia, el tormento, el desgarro”. Están ambos de acuerdo en que su Ulises, que ha vertido tanta sangre y visto tanta muerte, expresa lo que hoy podríamos calificar de síndrome de estrés bélico postraumático, versión Troya.

Ralph Fiennes, junto a Ángela Molina en Barcelona, este viernes.

Pasolini (que pese a no ser pariente de Pier Paolo, sino, curiosamente, de Visconti, sirve un filme muy pierpaolopasoliniano, en sus personajes y sus texturas), subraya el privilegio de contar con intérpretes veteranos como Fiennes, Binoche y Ángela Molina (una espléndida Euriclea que borda la escena en que reconoce a Ulises por la cicatriz que le dejo en la rodilla un jabalí en una cacería en el Parnaso).

“Esta es mi cuarta película y cuando pensaba en las que han hecho ellos veía que tenía que dejarles muy sueltos”. Pasolini tiene claro por qué volver a la Odisea. “¿Por qué no?, nos influye, nos habla aún, nos interpela”. Dice que hay sitio para todos, en referencia a la película que prepara Christopher Nolan con Matt Damon como Ulises. Pero, advierte, que nadie espere ver aquí a Polifemo (aunque en un momento el Ulises de Finnes se presenta, en un guiño, como “nadie”), ni a las sirenas, “no hay nada de eso, esto no es la peli de 1954 con Kirk Douglas y Silvana Mangano, así que quien quiera que pida que le devuelvan el dinero”, bromea. Y es que El retorno se concentra en el tramo final de la Odisea, a partir del regreso de un atormentado Ulises a Ítaca y en vez del caballo de madera (al que hay una pequeña referencia en una conversación junto al fuego) y la toma de Troya tenemos los maravillosos ojos glaucos de Finnes, tan expresivos, y la conmovedora mirada de reconocimiento del sarnoso y moribundo Argos.

Es una película, recalca su director, esencial y muy sobria, que respira mediterraneidad -está filmada en Corfú y en el Peloponeso: la acrópolis de Ítaca es el castillo de Chlemousi, desconcertantemente medieval-. “La Odisea me dice mucho desde joven, entonces era las aventuras y los viajes lo que más interesaba, pero eso es solo una parte de la obra, y al hacerte mayor me interesa más como historia de una familia que trata de reconstruirse después de 20 años de guerra. Esa segunda parte de la Odisea es más universal, todos somos hijos, esposos, padres y madres. Y por ahí va mi tentativa de conversar con Homero, de dialogar con su obra”.

Fiennes dice por su parte que a él siempre le han interesado la historia clásica y los mitos griegos -su madre le leía la Odisea de niño- y que le gustó del guion de El retorno que no se trataba de hacer un héroe clásico sino “un hombre psicológicamente exhausto, un guerrero cansado” en una Odisea “sin dioses ni monstruos”.

(I-D) El director Uberto Pasolini; la actriz Ángela Molina y el actor Ralph Fiennes posan en el photocall de la película ‘The Return’, en el BCN Film Fest, en los cines Verdi.

Fiennes al natural, aunque notablemente atractivo, parece demasiado normal para llevar dentro a tantos personajes inolvidables, incluidos el siniestro comandante nazi Amon Göth, de La lista de Schindler; el romántico conde Almásy, de El paciente inglés, y el cardenal Lawrence, de Cónclave, sin olvidar que ha sido Moriarty, M en la saga James Bond; Oneguin, Coriolano, Hamlet, Macbeth… y hasta el mismísimo Lawrence de Arabia (en la producción televisiva de 1992 sobre su participación en la conferencia de Versalles), traductor de la Odisea por cierto. ¿Cómo es vivir con toda esa gente?, ¿siguen ahí? “Cuando haces un personaje te lo quedas dentro, y siempre hay algo de lo que puedes estirar para hacerlo volver, algo en tu memoria, en tu psique”.

¿Recuerda algo especial de su personaje de Almásy? El actor piensa un momento en el que cabe todo, las dunas, el aeroplano, Heródoto y la nana húngara. “Me gustaba de él lo antisocial que era”, apunta. “Hay esa escena que van en coche por el desierto y le dice a Katharine, el personaje de Kristin [Scott Thomas], ‘una vez viajé con un guía que no me habló en nueve horas, fue un buen día’, una forma sutil de decirle a ella que se callara. Es un hombre difícil, lleno de amor y deseo, un hombre acostumbrado al control en su vida y que ha de enfrentarse a una inesperada pasión. Me encanta ese personaje, sí”. ¿Mejor los personajes tormentosos? “Todos los seres humanos somos complejos, y los luminosos tienen también su lado oscuro. Yo quiero entenderlos a todos”.

Sobre las nominaciones a los Oscar dice que son algo fantástico, pero que te hace estar “muy expuesto”. ¿Qué piensa del cónclave?, ¿la vida imita al arte? “Bueno, ha sido todo muy sorprendente. Desde luego voy a seguir el cónclave de una manera que no me esperaba antes de hacer la película. No hubiera creído que me fuera a parecer tan interesante

¿Shakespeare o Homero? Fiennes pasa la pregunta a Pasolini. “¿Y por qué no los dos?, aparte del hecho de que Shakespeare sacó tanto de los clásicos griegos y de Homero. Shakespeare reconoció hasta que punto los griegos entendieron la naturaleza humana y la construcción del drama. Los mediterráneos, desgraciadamente, no podemos disfrutar de Shakespeare tanto como los que hablan naturalmente inglés, pero aun así es tan gratificante…”.

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En el canto XXI de la Odisea, Ulises (Odiseo) se muestra como el único capaz de encordar y tensar su viejo arco para vencer en la prueba que le revela espectacularmente ante los pretendientes de su mujer y de su reino, a los que luego masacrará. Ese momento de reencuentro con la formidable arma es una de las cimas de Homero (y mira que tiene el bardo): “Así sin esfuerzo armó su gran arco Odiseo. Agarrando con la mano derecha el nervio (de la cuerda) lo probó. La cuerda resonó agudamente, con un chillido semejante al de una golondrina”. La escena es también emocionantísima y fundamental en El retorno, la extraordinaria película de Uberto Pasolini que recrea la parte final de la Odisea y que protagoniza Ralph Fiennes como un Ulises estragado, lleno de cicatrices físicas y morales, con los ojos llenos aún de la sangre de Troya, y que, sin embargo, recupera su integridad y su poder con el arco en sus manos.

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