Vivimos tiempos curiosos. A los 18 años, muchos jóvenes eligen carrera como quien elige número en una ruleta. Algunos apuestan al prestigio asociado a una profesión, otros al dinero, y pocos —muy pocos— a la felicidad que esa actividad les brindará. No los culpo. Se nos ha enseñado que es mejor ser un ingeniero infeliz que un artista satisfecho. Que es más digno tener una nómina que una vocación. Y claro, así andamos: con aulas llenas de futuros profesionales, pero vacías de pasión. No digo que todo el mundo deba ser poeta o músico, pero ¿y si empezáramos a tomarnos en serio eso de hacer lo que amamos? Igual, solo igual, hasta el lunes tendría mejor sabor.
María Giner Di Lolli. Valencia
El valor de la lectura
“Terminé leyendo 10 páginas de un libro, y normalmente no leo nada”. Esta frase de un tenista profesional, que suena desoladora por la adicción tecnológica que padecemos, es la prueba más fehaciente de que ante situaciones como el apagón del lunes, el libro es el artefacto cultural más importante de la historia de la humanidad, inmune a la tecnología y por siempre necesario, salvo que a algún gobernante le dé por prohibirlos y haya que recurrir a distopías como la de Ray Bradbury en la que los humanos son los propios libros memorizados.
Daniel García Delicado. Albacete
Instaurar el Día del Apagón
Lo que pasó el lunes quedará grabado en la memoria de muchos como el día en que España volvió a ser España, ya que nos llevó de vuelta a lo que eran las calles cuando éramos pequeños: un grupo de vecinos charlando en la puerta de casa hasta que cae la noche; niños jugando al escondite entre los coches; gente de todas las edades formando tertulia improvisada alrededor de una radio, sin mirar el reloj. Algunos dicen que todo fue por la falta de móviles, y algo de razón tienen, pero creo que también fue el hecho de no tener que dedicar ocho horas de nuestro tiempo y energía al trabajo. En este mundo obsesionado con producir, el apagón nos ha enseñado que no tener nada que hacer une mucho. Hagamos oficial el 28 de abril como el Día del Apagón para recordarnos cada cierto tiempo que lo único que necesitamos para estar bien es parar y hablar con los demás.
Alejandro Cencerrado. Madrid
Vergonzoso
¿Cómo puede el presidente valenciano, Carlos Mazón, tener el cinismo de exigir al presidente Pedro Sánchez explicaciones del gran apagón cuando él después de seis meses de la dana ha dado siete versiones diferentes y aún la ciudadanía sigue desconociendo la verdad?
Ana Alonso Castrillo. Madrid
Un mal precedente
Voté para revalidar la actual coalición y soy cristiano. No zancadilleo al Gobierno ni guardo animadversión al papa Francisco, que será recordado como la buena persona que fue. Pero considero un error del Ejecutivo haber declarado luto nacional tras su fallecimiento. Se justificará alegando que el credo no debe obstar para reconocer a una figura de tal calado, pero esta premisa obvia deliberadamente que alcanzó dicha trascendencia como altavoz de una institución clerical.
Daniel Barroso Domínguez. Madrid
Los lectores escriben sobre las vocaciones profesionales, el apagón masivo y los tres días de luto oficial decretados por el Gobierno tras la muerte del Papa
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión
Los lectores escriben sobre las vocaciones profesionales, el apagón masivo y los tres días de luto oficial decretados por el Gobierno tras la muerte del Papa

Vivimos tiempos curiosos. A los 18 años, muchos jóvenes eligen carrera como quien elige número en una ruleta. Algunos apuestan al prestigio asociado a una profesión, otros al dinero, y pocos —muy pocos— a la felicidad que esa actividad les brindará. No los culpo. Se nos ha enseñado que es mejor ser un ingeniero infeliz que un artista satisfecho. Que es más digno tener una nómina que una vocación. Y claro, así andamos: con aulas llenas de futuros profesionales, pero vacías de pasión. No digo que todo el mundo deba ser poeta o músico, pero ¿y si empezáramos a tomarnos en serio eso de hacer lo que amamos? Igual, solo igual, hasta el lunes tendría mejor sabor.
María Giner Di Lolli. Valencia
El valor de la lectura
“Terminé leyendo 10 páginas de un libro, y normalmente no leo nada”. Esta frase de un tenista profesional, que suena desoladora por la adicción tecnológica que padecemos, es la prueba más fehaciente de que ante situaciones como el apagón del lunes, el libro es el artefacto cultural más importante de la historia de la humanidad, inmune a la tecnología y por siempre necesario, salvo que a algún gobernante le dé por prohibirlos y haya que recurrir a distopías como la de Ray Bradbury en la que los humanos son los propios libros memorizados.
Daniel García Delicado. Albacete
Instaurar el Día del Apagón
Lo que pasó el lunes quedará grabado en la memoria de muchos como el día en que España volvió a ser España, ya que nos llevó de vuelta a lo que eran las calles cuando éramos pequeños: un grupo de vecinos charlando en la puerta de casa hasta que cae la noche; niños jugando al escondite entre los coches; gente de todas las edades formando tertulia improvisada alrededor de una radio, sin mirar el reloj. Algunos dicen que todo fue por la falta de móviles, y algo de razón tienen, pero creo que también fue el hecho de no tener que dedicar ocho horas de nuestro tiempo y energía al trabajo. En este mundo obsesionado con producir, el apagón nos ha enseñado que no tener nada que hacer une mucho. Hagamos oficial el 28 de abril como el Día del Apagón para recordarnos cada cierto tiempo que lo único que necesitamos para estar bien es parar y hablar con los demás.
Alejandro Cencerrado. Madrid
Vergonzoso
¿Cómo puede el presidente valenciano, Carlos Mazón, tener el cinismo de exigir al presidente Pedro Sánchez explicaciones del gran apagón cuando él después de seis meses de la dana ha dado siete versiones diferentes y aún la ciudadanía sigue desconociendo la verdad?
Ana Alonso Castrillo. Madrid
Un mal precedente
Voté para revalidar la actual coalición y soy cristiano. No zancadilleo al Gobierno ni guardo animadversión al papa Francisco, que será recordado como la buena persona que fue. Pero considero un error del Ejecutivo haber declarado luto nacional tras su fallecimiento. Se justificará alegando que el credo no debe obstar para reconocer a una figura de tal calado, pero esta premisa obvia deliberadamente que alcanzó dicha trascendencia como altavoz de una institución clerical.
Daniel Barroso Domínguez. Madrid
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